—No he hecho nada. Sé que tienes grabaciones, pero las grabaciones telefónicas no son prueba, ¿lo sabías? Te lo he dicho, conozco mejor que tú a Camila; no intentes jugar conmigo —Daniel soltó una risa ligera.
Su tono era despreocupado, como si no me tomara en serio. Y tenía razón, después de tanto tiempo juntos, sabía exactamente lo que iba a hacer.
—¿Qué es lo que quieres? —Casi lo grité.
Sabía lo que buscaba, pero nunca volvería a casarme con él, sin importar cuánto me presionara.
—Quiero volver a casarme contigo y que todo vuelva a la normalidad. Camila, nos amamos; deseo que todo vuelva a su lugar. Sabes que siempre... —La voz de Daniel era suave.
Colgué el teléfono sin piedad, sin querer escuchar otra palabra más.
Daniel estaba usando estos métodos despreciables para forzarme; solo quería alcanzar sus propios objetivos. Durante ese tiempo, había estado construyendo su imagen de un buen esposo, incluso apareciendo con un niño en brazos.
Era el esposo atractivo y rico, el marido ro