Félix se interpuso frente a nosotras, con los ojos inyectados en sangre, como si quisiera devorarnos.
—¿Está loco? ¿No te asustó? —Estela me miró, desconcertada.
Acababa de negar con la cabeza cuando escuché su exclamación.
Al voltear, vi a Karla de pie, con una expresión siniestra, no muy lejos de mí.
—¿Karla, qué haces? —Estela me protegía como una gallina con sus polluelos.
—Solo estoy disfrutando el espectáculo —Karla sonrió de manera torcida.
—Saber que tanta gente te odia me da tranquilidad. Aunque no pueda acabar contigo, siempre habrá alguien que lo haga. Camila, ¡seguro que acabarás en la cárcel!
Los guardaespaldas nos rodeaban, mientras varios transeúntes grababan y tomaban fotos.
En ese momento, Jorge llegó corriendo, sosteniendo su teléfono con curiosidad. En realidad, ya lo había visto antes, y ahora se plantó frente a Karla.
—Señorita, ¿qué planeas hacer? —Jorge habló con firmeza, mientras Karla reía de manera burlona.
—Por supuesto, quiero ver cómo se arruina —Se acercó