—Dani, ¿es verdad lo que dices? —Karla se dejó caer, y en sus ojos apareció un destello de alegría.
¿No había estado deseando esto todo el tiempo? ¿Divorciarse de Daniel? No sé cuánto tiempo llevaba anhelando ser la señora Castillo, quizás desde la universidad.
—Sí, así que deja de hacer escándalo. ¿Estás satisfecha? —En ese momento, Daniel lucía abatido, mirándola con desgano.
—¿Qué satisfacción? Solo me preocupa tú y el niño. Solo quiero que mi hijo tenga una identidad legal —Karla bajó la mirada, ya no mostraba la locura de antes.
Yo observaba a ambos con frialdad, sintiendo que todo era demasiado dramático. De repente, Karla levantó la vista hacia mí, llena de orgullo.
—Camila, lamento informarte, estoy embarazada, ¿lo sabías? Las emociones de una embarazada son inestables. Sé que ustedes se van a divorciar y que Dani se preocupa por mí; eso es suficiente.
Sus palabras estaban llenas de doble sentido, como si quisiera gritar a los cuatro vientos que finalmente iba a ocupar su lugar