Luces y sombras de la mañana

Maya se despertó con la luz del sol filtrándose por ventanas desconocidas. Por un momento no recordó dónde estaba, no recordó por qué le dolía el cuerpo, por qué le ardían las muñecas, por qué la cara le palpitaba con cada latido del corazón.

Entonces volvió todo. La camioneta, las máscaras, la silla, las preguntas, el cuchillo contra su garganta. Su respiración se atascó, el pánico subiendo como una marea.

"Oye", una voz, suave y baja. "Estás a salvo, Maya, estás bien".

Giró la cabeza. Darshen estaba sentado en la silla junto a la cama, exactamente donde había estado cuando se durmió. Su camisa estaba arrugada, cabello revuelto, ojeras bajo sus ojos. No había dormido, se dio cuenta. Se había quedado despierto toda la noche, vigilándola.

"Sigues aquí", susurró.

"Dije que lo estaría", se inclinó hacia adelante, codos sobre las rodillas. "¿Cómo te sientes?"

Maya hizo un inventario. Le dolía el cuerpo por todas partes, le palpitaba la cabeza, tenía la garganta en carne viva de tanto llor
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