Cuando Evangelina llegó a la clínica, estaba asustada, con las manos temblorosas y el corazón acelerado. Demetrio Laureti era el único hombre que ella había amado e incluso que amaba.
—¿Massimo, dime que Demetrio está bien? —le preguntó a su suegro que estaba en la sala de espera, sentada con las manos en la cabeza, mirando al piso.
—Está fuera de peligro —Eva suspiró sintiendo que el alma volvía a su cuerpo en ese momento.
—¿Puedo verlo? —preguntó ansiosa.
—Eva, Demetrio sufrió una explosión y gran parte de su rostro quedó desfigurado —musitó Mássimo con dolor.
Evangelina llevó las manos a su boca sorprendida. Demetrio era un hombre vanidoso con su cuerpo, que le encantaba mostrar sus atributos y que amaba cada parte de él, y seguramente verse desfigurado le causaría un gran shock emocional.
Eva notó como una lágrima espesa salía de sus ojos; en ningún momento pensó en ella, en cómo lo vería ahora, a ella no le importaba el aspecto físico de Demetrio, todo lo contrario, a ella le impo