MARCUS
—Maldita sea—, me maldije, dejando el teléfono en el despacho y el plástico golpeando la caoba con un ruido metálico.
Me había pasado las dos últimas horas llamando a todos los alfa que se me habían ocurrido para preguntarles si conocían a una pareja llamada Michael y Francesca Miller, pero en todas las llamadas me quedaba corto.
Nadie tenía información sobre ellos.
Me pasé la mano por la cara, molesta, y gemí cuando llamaron al otro lado de mi gran puerta de roble.
—Adelante—, murmuré en voz baja, sabiendo que la persona al otro lado sería capaz de oírme claramente, y asentí a mi tercero al mando mientras se paseaba, con la boca puesta en una línea firme.
—Alfa, tu hermana insiste en hablar contigo. Dice que es urgente y que no puede esperar ni un segundo más.
Me quité las gafas de la nariz, las tiré sobre el escritorio y gruñí.
—Por favor, hazle saber que ha elegido un día muy ocupado para presentarse sin avisar. Hablaré con ella cuando pueda, gracias Caspian.
—Por supuesto.