05 - La pesadilla comienza una vez más

Londres, U.K

21 de Enero, 2021

―Mamita, ¿te sientes bien?

Alzo mis ojos grises del libro que tengo entre las manos al oír la voz cantarina de mi compañera de trabajo.

―Sí, estoy bien ―respondo no queriendo sonar descortés―. ¿Por qué lo preguntas?

― ¿Estas segura, mi reina? Porque esas ojeras que traes en el rostro no mienten ―me mira preocupada y tuerce la boca―. No te vez nada bien.

Le dedico una media sonrisa algo ambigua y dejo a un lado mi libro, convencida de que ya no poder terminar con mi lectura de esta semana; cuando Martina comienza una plática es difícil hacerla callar.

―Gracias por preocuparte, pero en serio estoy bien ―trato de sonar lo más convincente posible, porque es improbable que yo puedo confiarle mis problemas a nadie.

Han pasado más de quince días desde que Dafne me llamo y discutimos; ella estaba muy alterada, me dijo cosas muy feas y por más que trate de explicarle, se negó a escucharme.

He intentado hablar con ella, pero se niega a tomarme las llamadas.

Odio que aun después de tanto tiempo, Charlie Presston siga jodiéndome la vida de esta manera; si bien es cierto lo que ese papel decía sobre la herencia, ya que él se encargó de dejarme todos sus bienes al no tener más familia, pero yo me negaba a tocar ni un solo centavo de ese dinero.

Lo que para nada es verdad, es que yo llegue a convertirme en la señora Presston.

Muchas veces él intento convencerme de casarnos en secreto, pero nunca acepte. Siempre había soñado con tener una boda de ensueño y a pesar de lo mucho que lo amaba, me mantuve firme en mi deseo y siempre me lo reprocho; quizás por eso decidió serme infiel, para castigarme por no cumplirle el capricho.

― ¿No será que estas así de triste por el jefecito? ―inquirió de nuevo, dejando a un lado el plumero con el que minutos antes sacudía una de las estanterías; se acercó hasta la mesa donde yo llevaba un buen rato sentada y tomo asiento en una de las sillas libres―. ¿No me digas que ya se pelearon?

― ¿Qué estas insinuando, Martina? ―Devolví la pregunta con la confusión plasmada en mi cara.

La morena hizo un extraño aleteo de pestañas que resaltó mucho más el verde musgo en sus ojos saltones.

― ¡Ya sabes, mi reina!

Blanquee mis ojos ante esos apelativos extraños que ella usaba conmigo. Al decirlos en español sonaban graciosos, pero a mí no me gustaba ni un poco; prefería que me llamara solamente Charlotte, pero ella ignoraba mi petición.

―Tú y el jefe, no te hagas la loca ―sus labios dibujaron una mueca rara y con sus dedos índice, simulo dos cuerpos muy juntos.

Abrí los ojos de par en par al entender la insinuación.

― ¡Pero tú te volviste loca! ¿Por qué tendría yo una relación con Jayson? ―Cuestioné con mesura, cruzando mis brazos sobre la mesa, indignada por su atrevimiento―. ¿Acaso no podría estar saliendo con Víctor?

Martina miró con desdén en dirección al chico tímido y de lentes que se encargaba de atender la pequeña cafetería que había en la terraza de la librería, pero él ni siquiera notó que hablábamos porque estaba demasiado concentrado viendo algo en su teléfono.

Ellos comenzaron a trabajar en la librería una semana después que yo, en vista de que sola no me podía encargar de todo.

―Ese pelele ni en sueños podría decir una oración completa sin que se le enrede la lengua ―bisbiseo tan bajo que me costó entenderle―. Yo nací de noche, pero no anoche, mamita. A mí no me engañas―completo subiendo de nuevo su tono de voz e inclinándose hacia mi silla con complicidad―. Si clarito se nota que el jefe Jayson se babea por ti.

Tense mi postura sobre la silla, echando mi espalda hacia atrás.

―Eso no es cierto, Martina ―Refute de inmediato, pero la sonrisa que la morena dibujo en su rostro me hizo consciente del sonrojo que de seguro había en mis mejillas―. ¿Por qué sigues insistiendo con esa tontería?

― ¡Porque es cierto, mamita! ―Sentenció con las comisuras de sus labios a punto de tocar el rabillo de sus ojos―. Nuestro jefe está encandilado por tu belleza y tú eres la única que no se da cuenta de eso.

****

Llevo un par de horas caminando sin rumbo, evitando llegar a casa porque me aterra la idea de estar sola con mis pensamientos; sin embargo, mi cuerpo ya no resiste más el frio y mis dientes no paran de castañear. Mi abrigo y mi gorro están mojados por culpa del aguanieve que no ha parado de caer en toda la tarde, también tengo los rizos humedecidos y la nariz acuosa.

Creo que sin duda voy a pescar un resfriado.

Entro a mi edificio y el portero me notifica que ha venido alguien a verme, lo cual es extraño porque yo no he recibido a nadie en casa desde que me mude.

― ¿De quién se trata? ―cuestione en medio de un estornudo.

―Es una mujer con un bebé ―me explicó, nervioso―. Me dijo que es una amiga suya de Australia y como comprenderá, no pude dejarla fuera con el clima que está haciendo.

Mi ceño se frunce y doy un vistazo a la calle; la llovizna se ha vuelto más constante.

―No tengo idea de quien pueda ser y me parece raro que haya venido a estas horas ―eran pasadas las nueve de la noche―. Pero está bien, voy a subir a ver de quien se trata.

Tome el ascensor de inmediato y una opresión rara en el pecho me hizo saber que no me espera nada bueno.

Es cierto que deje amistades en Australia, pero ninguna tan entrañable como para que se tomara la atribución de venir a visitarme hasta aquí; solo mi familia sabe dónde encontrarme y ahora Jayson, nadie más.

El ascensor llega a su destino y el corazón se me desboca por el miedo.

Las puertas se abren y efectivamente, una mujer con un niño en brazos se encuentra sentada el recibidor que comparto con dos vecinos más. Ella alza su mirada al advertir mi presencia y la sangre se me va de golpe hasta los pies; y lo que es peor, lo que desestabiliza mi mundo por completo, es cuando un niño de aproximadamente un año, me mira con suma inocencia y sonríe.

Yo he visto esa sonrisa antes... y esos ojos, son idénticos a los de él.

El tiempo se detiene y mi mente me arrastra al pasado; las imágenes son dolorosas, han estados dormidas por mucho tiempo, pero ahora vuelven y son tan nítidas, tan reales.

Recuerdo sus palabras, lo hinchado que lucían sus labios esa noche y lo poco que cubría su desnudez la camisa de mi prometido.

“Lo siento, esto no debió suceder así”

―Hola, Charlotte.

Aprieto mis ojos como si con eso pudiera desaparecerla de mi vista; su voz es la misma, solo que menos cínica que hace año y medio.

―Sé que esto debe parecerte extraño, pero llevo mucho tiempo buscándote. Necesito que...

―Tus necesidades no son mi problema. ¿Cómo me encontraste? ―cuestiono, masticando entre dientes cada silaba.

Hago un gran esfuerzo por controlar mis emociones, recordando que hay un niño en sus brazos; si ese no fuera el caso, tal vez ya le habría cruzado la cara con un par de cachetadas.

―Necesitaba verte ―insiste, ignorando mi pregunta―. Hay muchas cosas que no sabes sobre lo que paso con Charlie y que podrían ayudarte a entender porque hizo lo que hizo. ¡No sabes lo arrepentida que estoy!

Abro los ojos con furia y doy un paso al frente; ella retrocede asustada y el niño al ver mi actitud ofensiva, se aferra a su cuello en busca de protección.

― ¡Y una m1erda! ―siseo cabreada por su teatro y tengo que mirar a otro lado en busca de autocontrol―. No tienes nada que hacer aquí y si viniste a restregarme en la cara que tuviste un hijo suyo, ¡Pues, te felicito! A mí ya no me importa, como tampoco me importa conocer tu versión de la historia.

Repito un par de respiraciones para canalizar lo que estoy sintiendo y poco a poco consigo que mi corazón baje sus latidos a un ritmo normal.

― ¡Entiendo que estés furiosa! ―Eleva su tono de voz―. ¡Merezco todo tu odio, lo que te hice fue horrible! Pero, mi hijo no tiene la culpa de los errores que cometimos él y yo!

Me quito los guantes húmedos y el gorro tirándolos contra el piso de mármol; si antes moría de frio, ahora mismo la sangre me hierve en el cuerpo. Me paso las manos por los rizos mojados en busca de calma y por fin me digno a mirar a la mujer que me arruino la vida.

El niño en sus brazos mantiene su carita oculta contra su cuello.

El pecho se me estruja con un dolor tan lacerante y cegador, que arrebata mis fuerzas y el enojo de antes se extingue, siendo remplazado por una extraña curiosidad. Recorro la distancia que nos separa y miro la cabeza del niño por varios segundos, su madre esta quieta como una estatua, pero alerta por si tiene que defender a su niño.

Estiro una mano y me atrevo a tocarlo, él tiene una mata de cabello suave y castaño igual al de su padre. Al notar el contacto, el chiquillo alza la cabeza para comprobar si ya no hay peligro, me quedo sin aliento al toparme de nuevo con sus ojos; el parecido es innegable y hasta un poco absurdo, es como si Charlie hubiese reencarnado en su hijo.

― ¿Cuánto tiempo tiene? ―cuestiono con un hilo de voz.

―Acaba de cumplir un año ―contesta suavemente―. Su nombre es Noah.

Asiento y retiro la mano, el niño arruga su boquita confundido con todo lo que está sucediendo y mira a su madre en busca de seguridad; una sonrisa y un beso en la frente es todo lo que el hijo de Charlie necesita para mantener la calma.

Sacudo mi cabeza en un intento de alejar la humedad en mis ojos y retrocedo, la pesadilla comienza una vez más.

―Charlotte, sé que por mi culpa tu vida se volvió un desastre. Mucho menos tengo ningún derecho de aparecer de la nada y traer de vuelta recuerdos dolorosos, pero...

―Quiero que te vayas ahora mismo de mi casa ―la interrumpo y camino hasta la puerta de mi apartamento, esquivándolos a ambos.

Y para mi mayor sorpresa, la ex amante de Charlie se atreve a tomarme de un brazo; miro su mano con desaprobación y luego a ella, no tengo idea de cuál es su nombre y tampoco me interesa conocerlo. El tiempo no ha sido muy bueno con ella, de la mujer hermosa y jovial que vi aquel día, no se vislumbra ni un poco; ahora luce desganada, con unas profundas ojeras bajo sus ojos verdes y el rostro lavado.

―Necesito que me ayudes, Charlotte ―susurra con la mirada vidriosa y cargada de angustia―. Me despidieron hace poco del trabajo. No tengo como mantener a mi hijo ―me explica como si eso pudiera cambiar en algo su posición―. Charlie nunca supo de la existencia de Noah porque murió en aquel accidente y yo... yo me quede desamparada.

La rabia volvió y sentí una oleada de repulsión ante tanto descaro.

―Lo siento, pero no veo como podría ayudarte ―me zafo de su mano con sutileza y saco las llave del bolsillo de mi abrigo―. Siento mucho que tu hijo este padeciendo las consecuencias de tus actos, pero... eso no es mi problema.

Abro la puerta, pero antes de entrar ella vuelve a hablar.

―Sé que Charlie dejo una herencia ―la miro con desdén y ella parece más decida a conseguir lo que sea que busca―. Y también sé que te has negado a aceptarla.

Se me escapa una risa guasona y a estas alturas es difícil que no me tiemble la voz al hablar.

― ¡Vaya! Veo que hiciste bien tu tarea ―reclamo con sarcasmo y ella se abraza a su hijo―. Así que todo este teatro es solo por el dinero de Charlie. ¡Creí que tardarías más en mostrar las espuelas!

La morena respiro profundo y asintió.

―Piensa lo que quieras de mí, me lo merezco ―se defendió con firmeza―. Si he venido no es por el dinero, sino por mi hijo ―declaró sin más―. No sé si alguna vez hayas escuchado que una madre hace lo que sea por sus hijos, y yo no pienso marcharme hasta que Noah reciba lo que le corresponde.

Sonreí con tristeza y torcí la boca.

―Pues más te vale sentarte, porque eso no va a pasar... ni ahora, ni nunca.

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