Fabrizio
—¡Está funcionando! —apareció gritando Nana. La mujer siempre se mantenía firme y seria, pero por primera vez la vi al borde de las lágrimas.
—Estamos cerca, puedo sentirlo —exclamaba Xavier, ya en modo completo Amorak. Él funcionaba como una especie de brújula. Las guerreras habían dejado sus espadas, excepto la de Rachel, que usaba Índigo para golpear la barrera. Yo escuchaba el metal, chocar en un sonido que no podía ni empezar a describir.
—¡Necesitamos más! —se repetía por todas partes: más poder, más guerreros, más defensa, y yo temía que no pudiéramos. ¿De dónde íbamos a sacar tanto poder? Esta era una lucha que se daba muy por fuera de nuestras posibilidades, y sentí que el mundo se agitaba a nuestro alrededor.
—¡Bestias! —escuchaba. ¡No puede ser!
—El mal está llamando al mal, lo similar atrae a lo similar —murmuró Amelia.
—¡Aléjenlos de la línea de poder! —gritaba Ágata desesperada. Al parecer la bestia que encontramos nosotros en aquella casa no era la única.
—¡Va