—¿Quién te crees? ¡Yo soy la mujer de Valentino! —chilló furiosa, acercándose y arrojando el libro de Atenea al pasto—. ¡Deja de ser tan insolente conmigo!.
—¿Y bien? ¿Ya terminaste la escena? —la pequeña rusa se levantó con tranquilidad y recogió el libro del suelo sin dejarse influenciar por las p