Dos meses después.
Teodora, como todos los días, ya se había preparado para ir al bar de refrescos donde ayudó a Mamá Ayaba.
Esta mañana, en su camino hacia allí, se encontró con una amiga de su barrio que la saludó como siempre.
—Pero, querida mía, ¿por qué son los hombres tan malos? añadió la joven.
Sorprendida por la historia, Teodora le preguntó el motivo que lo había impulsado a hacer esa pregunta. La vecina del barrio, empezando a aplaudir, le respondió:
– ¡Los hombres son demasiado malos! ¿Puedes adivinar lo que vi con mis propios ojos anoche?
-¿Qué viste, amigo mío? Teodora preguntó sobresaltada.
– ¡Tu marido!
– ¿Mi marido? ¿Y qué estaba haciendo?
– Lo vi en un restaurante con una mujer togolesa.
- ¿Hablas en serio?
– ¿Cómo voy a mentirte? O además, si te miento, ¿qué ganaría con ello? Nada ! ¡Lo vi así! Sujetó a la mujer togolesa por la cintura.
- Qué ? ¿Mi marido?
– ¡Sabía que no me creerías! Les tomé una foto, vengan a verla.
Alakè abrió su bolso, sacó su teléfono celular y