Fátima, la joven aprendiz a quien Fidelia una vez había golpeado hasta la muerte, se sentó frente a Fidelia esa mañana. Ahora se habían convertido en mejores y verdaderos amigos.
Los dos estaban discutiendo un tema muy serio a puerta cerrada esa mañana. En su conversación se podía imaginar y deducir lo sinceros que eran el uno con el otro. Su jefe, en ese momento, seguía ausente como de costumbre. La mesa que contenía los taparrabos sin coser estaba vacía porque todo ya había sido cosido desde finales de la semana anterior. Esto fue lo que les dio a las dos jóvenes un poco de libertad para distraerse.
- Bueno. De lo contrario, se ha convertido en su hábito diario y mientras no lo llame o le escriba primero, nunca piensa en hacerlo primero, dijo Fátima.
—Querido mío, te juro que algo raro ocurre. Si no lo crees ve y descúbrelo, terminarás diciéndome por qué. Juro que tu novio tiene otra novia a la que ama con todo su corazón.
– Y muchas veces cuando lo ves, parece muy serio conmigo cua