Eva.
–El ministro y sus hijos pueden irse a la mismísima mierda – suelto con frustración, no siento depresión o tristeza dentro de mi cuerpo, eso se ha convertido en una jodida rabia que me tiene de un genio de los mil demonios – ¿Quién diablos se creen que son? – pregunto bajito mientras hago pataleta como una niñata, pero nadie me está viendo o escuchando, o al menos eso espero, así que me da igual comportarme de forma inmadura.
–¡Alto ahí, vaquera! – me dice la voz pacifica y calmada de Jacob – ¿Qué pasa contigo? ¿A dónde vas tan feliz?
–No estoy de humor para bromas – le digo – he tenido la peor semana en toda la historia de mi vida.
–Y tampoco asististe a la sesión de esta semana – me recuerda mientras me mira con reproche.
–Lo