39. El límite de la locura
Gia
Capturó mi trasero y me levantó del suelo. Por inercia, mis piernas se enroscaron a su cintura. Nos llevó hasta la mesa de las ofrendas y me sentó sobre la superficie de piedra, levantándome la falda y volviéndome a apartar las bragas a un lado.
No nos desnudaríamos por completo, haríamos el amor como dos locos amantes, y extrañamente, no me importaba, siquiera cuando sabía que iba a casarse con otra mujer. Y es que Carlo Ferragni me pertenecía en cuerpo y alma.
Me hice del cinturón de su pantalón y la bajé la cremallera con habilidad. Liberé una creciente erección que deseaba invadirme. La capturé en mis manos al tiempo que Carlo liberaba un jadeo. Comencé a acariciarla, de arriba hasta abajo. Lento y rápido.
Sus ojos me observaron poderosos un segundo antes de abandonar mi boca. Estaba listo para invadirme. Yo estaba lista para la bienvenida.
Con una mano, volvió a apartar mis bragas y con la otra guio su erección hasta mi entrada. Me invadió, poderoso y erótico. Al principio, a