26. Tú y ella…
Carlo
Gia acababa de entrar al baño ajena a que yo la esperaba de este lado de la puerta.
Me recargué contra la pared contigua y esperé sabiendo que la impaciencia se notaría en cada uno de mis temblores, y aunque traté de evitarlos ocultando las manos dentro de los bolsillos de mi pantalón, no lo conseguí; no hasta que escuché el grifo del lavamanos cerrarse y la puerta abrirse.
Cuando salió, no esperé a que notara mi presencia y enredé nuestros dedos antes de arrastrarnos hasta la habitación más cercana.
Gia contuvo una exclamación y me miró horrorizada. Al principio, el extraordinario azul de sus ojos me quemó la piel, luego me la abrió a jirones cuando percibí la humedad en ellos y un extraño rubor instalándose en sus mejillas.
—Gia, yo… — si quiera fui capaz de encontrar mi voz.
¿Y es que…cómo no?
¡Era una completa desfachatez lo que iba a pedirle!
. . .
Gia
El día que Carlo y yo nos conocimos por primera vez en aquella habitación de hospital, o al menos el momento en el