La obsesión del italiano
La obsesión del italiano
Por: Nicoll Mercado
Vicenzo

Hoy es un día muy frío. Justo estoy de camino a una tienda de víveres en busca de comida para mi despensa vacía, y un rico chocolate caliente. Soy adicta.

—Son veinte dólares —me dice el tendero al terminar de entregarme las bolsas. Saco el dinero, le doy las gracias y salgo de nuevo de la tienda sosteniendo una sombrilla para cubrirme de la tormenta de nieve que sigue cayendo capa tras capa.

—¡Mgm! —detengo mis pasos, asustada por el quejido que acabo de escuchar. Sostengo el asa de la bolsa con fuerza, y me giro en torno de mis pies al lugar de donde provienen los jadeos.

Mirando a mi alrededor, solo veo nieve caer, pero posando la mirada cerca de los contenedores de basura, los cuales también tienen capas de nieve, logro ver una silueta extraña.

—¿Hola? —me acerco lentamente, y veo una silueta humana hecha un ovillo en la esquina de los contenedores —¿Está bien?.

Dejo la bolsa en el piso por un momento, y sigilosamente me acerco más. Quizás debería estar corriendo en una situación así porque no sé si esta persona sea peligrosa, pero aquí estoy de alma buena, inclinándome hacia la silueta que no deja de jadear.

—Oiga, ¿Se encuentra bien? —vuelvo a preguntar, esta vez alza la cabeza dejándome ver un rostro masculino todo golpeado.

Es un hombre. Está todo lleno de nieve, y su rostro está herido. Además, parece ser que tiene una herida en otra parte, porque en la nieve aún se ven rastros de sangre.

—La tormenta está muy fuerte, y los pronósticos no dan señales buenas de que termine por ahora —comento, llamando un poco su atención, pero no habla, solo cabecea —¿Debería llamar a la policía? Está herido, y no tiene muy buena condición. Morirá aquí afuera con este frío.

Por más que le hablo, no me contesta. Pero al levantar la cabeza, logro ver sus ojos. Fríos, frágiles, vacíos y sin emociones. Es justo lo que veo ahora. ¿Estaré en peligro? Debería dejarlo aquí y continuar con mi camino, pero...

—¿Donde vive? ¿Es un vagabundo o algo así? —sigo con el interrogatorio insistente —¿Me escucha? No tengo toda la noche.

Maldición, esto no está sirviendo de nada. Su silencio me obliga a buscar algún teléfono o contacto dentro de su ropa. Estoy invadiendo su espacio personal, pero no tengo de otra. No quiero un cadáver cerca de mi edificio.

—Detente —me habla, haciéndome caer de culo en la nieve por su voz ronca tan repentina.

—¿Puede hablar? —una pregunta tonta —dígame donde vive, o me veré obligada a llamar la policía.

Baja la cabeza sin darme un respuesta. «Parece un cadáver».

Suspirando, y reacia a continuar con esta absurda insistencia, me levanto tomando mi sombrilla de nuevo, y la bolsa que dejé en el suelo.

El hombre sigue jadeando, no sé si es por el frío, o porque está herido, pero ambas cosas son esenciales para morir aquí afuera.

—Oiga —le hablo por encima vez —¿Puede levantarse? Lo llevaré conmigo.

Si, está mal. No debería recoger de la calle a un extraño, y mucho menos con el peligro que merodea últimamente por esta colonia. Pero, no puedo simplemente irme así a mi apartamento, comer y dormir tan tranquilamente cuando me he topado en la calle con una persona moribunda que necesita ayuda urgente. Además, está nevando muy fuerte, y pronto morirá si sigue aquí.

«Un poco de humanidad, Karina, solo un poco».

Ayudo a levantar al hombre del suelo con todas las fuerzas que tengo. Suelta un quejido en el proceso, pero luego se apoya en mí y avanzamos hundiendo los pies en la espesa nieve. Es más grande de lo que aparenta, no lo puedo divisar muy bien por su mal estado, pero es demasiado alto. Me siento como una pulga. ¿Estaré haciendo lo correcto? No lo sé, pero ya está hecho.

Llegamos a mi edificio, entramos y tomamos el ascensor que pronto nos dirigió al quinto piso donde está mi apartamento. Con dificultad sigo avanzando por el pasillo hasta que por fin encuentro mi puerta. Ingreso la tarjeta y esta se abre. Lo primero que cae al piso es el hombre herido cuando estamos adentro.

—Oiga, ¿Puede oírme? —lo sacudo, manteniéndolo despierto —¿Ya se murió?.

Por su quejido deduzco que no. Así que me apresuro al baño y lleno la tina de agua tibia para combatir el frío, busco una toalla seca y luego salgo en busca del sujeto que sigue inerte recostado en la pared.

—Su colaboración no estaría de más —comento, tomándolo con mis débiles fuerzas nuevamente —¿Puede moverse? Necesito que se dé una ducha con agua tibia, la hipotermia es peligrosa.

—Puedo hacerlo —su voz ronca me sacude de nuevo.

—Entonces, lo dejaré en el baño, ya lo demás queda a su disposición —le indico. Pasando su mano por mi hombro, lo encamino hasta el baño, y luego de haberlo dejado adentro, salgo y cierro la puerta.

«Nada más falta que lo bañe también».

Sé que no está bien lo que estoy haciendo porque, existen varias variables negativas en este tipo de situación. Una: puede ser peligroso, ¿Y si me hace algo?. Dos: no sé quién ni por qué lo dejó de esa manera tan deprimente, herido y casi muerto. Y tres: que sea algún indigente de la calle mal herido que no tuvo a donde ir. Pero eso lo averiguaré después.

—¡Joder! —suelto una maldición cuando escucho un golpe provenir del baño.

Me apresuro a entrar para encontrarme con el hombre a un lado de la tina, desnudo y con rastros de sangre manchando el piso.

—¿¡Está bien!? —corro hacia él, ayudándolo a mantenerse firme —oiga, diga algo, no se muera en mi baño.

—Frío...—balbucea casi en susurro —mucho...

—Le ayudaré —me ofrezco, tomando un recipiente del lavabo para luego lavarlo con el agua tibia de la tina, pero me detengo al ver su cuerpo desnudo, sin embargo, no es eso lo que me distrae, sino la herida hecha, al parecer, con un objeto punzante en su abdomen la cual sigue sangrando.

—Date prisa...—murmura débilmente, sacándome de mi shock mental.

—Oh, si —reacciono, y comienzo a echarle agua cuidadosamente, pero a este paso tardaré toda la noche en terminar —. Lo lamento, pero esta es la forma más rápida.

Tomo la regadera, me enderezo y empiezo a rociar el agua sobre él, quien al sentir la presión, hace una mueca de dolor.

—Arde —se queja —detente.

—Solo un poco más —le pido, lavando su cuerpo todo golpeado y lleno de sangre con una mano, mientras que con la otra sostengo la regadera.

Me distrae un poco la figura de su cuerpo. Está muy tonificado como para ser un indigente, y sus facciones me gritan a pulmón que tuvo una buena vida, solo que está maltratado. Además, tiene tatuajes por varias partes de su cuerpo, como en los brazos, pecho y espalda.

«Creo que cometí un error al traerlo».

—Ya es suficiente con esto—dictamino, terminando con el baño —espere aquí un momento, traeré algo de ropa.

Lo dejé un poco más débil de lo normal en el piso del baño. Salí y rebusqué en el clóset algo que sea de su talla. Anteriormente mi ex novio venía aquí según a visitarme y terminábamos en la cama, así que debe de haber alguna prenda por aquí.

Logro hallar un pantalón de tela que él usaba para dormir, y una playera negra. Eso será suficiente, aunque dudo que sea de su talla. Ese hombre se ve mucho más grande..

—¿Sigue vivo? —entro al baño con la ropa, y sostengo una toalla —encontré algo de ropa, así que lo dejo cambiarse.

—Bien —musita.

Antes de salir, me detengo y lo miro.

—Es aconsejable que no se ponga la playera aún, hay que tratar esa herida —culmino y cierro la puerta.

La ropa que traía puesta era una camisa negra y un pantalón negro también, aparte de zapatos caros. No parece ser de la calle, además, su aspecto tampoco se ve así.

¿Debería llamar a la policía? No creo que sea una buena idea en plena tormenta de nieve, y mucho menos cuando él está herido. Podrían involucrarme a mí en eso.

Meto la ropa del hombre a la lavadora y pongo los zapatos a secar mientras que él sale del baño. Al tanto que eso pasa, saco las compras que hice llevando el paraguas a una esquina de la sala. Acomodo todo y luego pongo a hervir el chocolate caliente.

Hice varias cosas como cambiarme de ropa, buscar el botiquín de primeros auxilios, terminar de hacer el chocolate, y el hombre seguía sin salir del baño. Ya era suficiente de verlo desnudo, incluso ahora lo pienso con más claridad y me da verguenza.

—Oh —diviso la figura frente a mí. Alta, sin camisa, aún con gotas de agua deslizándose por su torso desnudo, y con algunas partes moradas y verdes por los golpes, sin mencionar esa herida que aún sangra —. Creo que le ha quedado un poco estrecha la ropa, es lo que tenía por el momento. Mañana podrá usar la que tenían antes, la puse a secar.

—Gracias —me dice, con el cabello goteando todavía.

—Es hora de tratar su herida —le digo —tome asiento en el sofá un momento.

Hace lo que le digo, se sienta en el sofá mientras que yo saco alcohol, algodón y unas vendas del botiquín.

—Dolerá un poco —le aviso, antes de llevar el algodón húmedo a la herida del abdomen.

Es un corte, pero por suerte no es tan profundo. Solo que quizás deje cicatriz. Hace una mueca mientras lo trato, sin embargo permanece quieto. Por último termino de desinfectar y le pongo una venda para que no siga sangrando.

—Creo que estará bien con eso —comento, para luego posar mis ojos en su rostro goleado —¿Quiere que le ayude con su cara también? No tiene buen aspecto.

Asiente con la cabeza sin gesticular palabras. Lo determino por un breve momento, maquinando en mi cabeza como se vería su rostro sin golpes. De por sí ahora se ve guapo, me lo imagino sin esos moretones. Mirándolo más de cerca, me doy cuenta del color de sus ojos. Azules oscuros. ¿Será un tipo de modelo perdido que fue asaltado? Si es así, no quiero estar involucrada, ya he tenido suficiente en el pasado.

—Quédese quieto por un momento —señalo, sentándome más de cerca a su lado, y con mi mano extendida empiezo a limpiar lentamente sus heridas.

Es un poco incómodo que me esté mirando detenidamente mientras lo hago. Ahora que lo analizo mejor, no se ve como un hombre indefenso, más bien es todo lo contrario.

—Ya está hecho —culmino, terminando de untarle un poco de crema para los moretones.

No me dice nada, solo me observa en silencio mientras recojo las cosas dentro del botiquín, y me alejo para guardarlo.

—¿Desea tomar chocolate caliente? Hice un poco, le servirá para el frío —le ofrezco, rebuscando una taza en la cocina —¿Si o no?.

—Si.

Sirvo el chocolate y se lo entrego, ahora mirándolo con la camiseta que antes era de mi ex. Me traen recuerdos buenos y también desagradables.

—¿Desea comer algo?.

—Si no te importa.

—Es bastante bueno con las palabras después de todo —comento, dándole la espalda, y sirviendo la sopa que había cocinado mucho antes de salir de compras —¿Se siente mejor ahora?.

—Supongo.

Es de pocas palabras, pero aún así su voz se escucha débil.

—Gracias —lo escucho decir —por todo.

—No fue nada —sigo en la cocina moviendo los platos y cubiertos de un lugar a otro —. Fue un acto natural de humanidad ante una persona que necesitaba ayuda, eso es todo.

Pensándolo bien, ¿Qué haré después con este hombre? ¿Tendrá a donde ir?.

—Listo —dejo el plato de sopa en la mesa de centro —está caliente todavía, tómelo con calma. Y si no es de su gusto, lo entiendo, no soy experta cocinando.

—¿Aceptas a cualquier extraño en tu casa tan deliberadamente?.

—¿Como? —lo miro confusa.

—No sabes quién soy —me estremezco con esa mirada tan profunda y fría —¿No tienes miedo de que te haga algo?.

Trago grueso, cortando el contacto visual.

—Por el momento no aparenta ser alguien peligroso —musito, no muy convencida de mis propias palabras —¿O acaso si lo es? Aunque si lo fuera, no creo que sea tan desagradecido como para atacarme después de que le salvé la vida. Y si me pregunta por qué lo metí a mi apartamento siendo un total extraño, es porque no nací con un corazón tan duro que lo iba a dejar morir ahí afuera en medio de la tormenta de nieve, ¿Bien?.

—Vicenzo.

—¿Qué?.

—Me llamo Vicenzo—repite.

—Ah, Vicenzo...—pronuncio suave —¿Eres italiano?.

—Si.

—Yo soy-...—me corto, mirándolo fijamente, reconsiderando mi torpeza de darle mi verdadero nombre —. Soy Kira, puede llamarme así.

—Kira —acaricia el nombre con su acento —. Te debo la vida, Kira.

No supe qué responder, porque ahora no se ve tan vulnerable como antes, más bien su aspecto moribundo ha cambiado. ¿Quién será y de dónde viene en realidad?.

Estaba apunto de decirle algo más antes de seguir comiendo, pero justo en ese momento el timbre de la puerta sonó. Me disculpé con él antes de dirigirme a la misma y abrir para darme de cara con la última persona que deseaba ver en estos momentos. Y justo cuando tengo a otro hombre hospedado aquí, conociendo esos malditos celos suyos, me hará un escándalo si lo ve.

—¿Qué haces aquí? —le pongo mala cara.

—Vine a verte —trata de acercarse, pero me alejo.

—¿Para qué? —cuestiono cortante.

—Vamos, cariño, sabes que te extraño —toma mi mano, y me pone esa cara lastimera de nuevo —¿No podemos solo hablar? He venido con esta tormenta solo para verte.

—No te pedí que lo hicieras.

—Kari-...—antes de que terminara de decir mi nombre, le puse una mano en la boca y salí con él al pasillo cerrando la puerta del apartamento a mis espaldas. Primero porque no quiero que vea a Vicenzo, y segundo porque no quiero que ese extraño sepa mi verdadero nombre. Tengo que ser cautelosa por ahora.

—¿Qué crees que haces con venir hasta aquí? Ya te he dejado las cosas claras, deja el acoso constante conmigo, no va a funcionar —espeto irritada —¿Por qué no vas con Angelina? Ella te dará lo que necesites en la cama.

—Karina, sabes que ella no me gusta, te necesito a ti, todo lo que pasó fue un error que no volverá a ocurrir, te lo juro.

—Claro que no volverá a ocurrir, porque no volveré contigo. Así que largate de mi apartamento, no quiero volver a verte.

Hice un ademán de entrar de nuevo, pero me sostuvo la muñeca con fuerza, entorpeciendo mi paso.

—Karina, enserio quiero que esto funcione de nuevo —esta vez me abraza contra la pared, rodeando todo mi cuerpo con sus brazos —¿Sabes cuánto he sufrido estos últimos meses? Por favor vuelve, volvamos a ser como antes, y sigamos con los preparativos de la boda.

Sonrío amargamente, cerrando los ojos por unos breves segundos para luego empujarlo lejos de mí tanto como pueda.

—¿Preparativos de boda? —lo miro con desdén —no seas tan cínico y descarado, Vladimir. Eso era antes de que te metieras en las piernas de Angelina, ve con ella y dile que se case contigo, que soporte la basura que eres, porque yo contigo no vuelvo nunca.

—¡Angelina no es nada para mí!.

—¡Y tú tampoco lo eres para mí, así que vete y déjame en paz!.

Le cierro la puerta en la cara escuchando sus maldiciones del otro lado, y sus gritos diciendo que va a recuperarme a como dé lugar. Golpea la puerta con fuerza hasta que se cansa y se va. Suelto un suspiro angustioso para luego encontrarme con unos ojos azules que me miran con reproche mientras deja los trastes en el lavabo después de terminar de cenar.

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