La mujer del Cóndor: 36. Pronto todo acabará.
Michael Foster
El olor a pólvora y sangre impregnaba el ambiente, mezclándose con el sudor y los gritos apagados del caos. Me encontraba con mis hombres, disparando sin piedad a los bastardos que manejaban ese sucio negocio. Estábamos disfrazados de oficiales para no levantar sospechas antes de atacar. Este maldito bar no era solo un punto de encuentro para tratantes de personas; era una jaula para niñas inocentes, arrancadas de sus vidas para ser vendidas como mercancía.
Algunas eran rusas, otras italianas o de otros países lejanos. Las más pequeñas ni siquiera entendían el español. Sus rostros reflejaban el terror, una mezcla de desesperación y resignación que me quemaba por dentro. ¿Cómo era posible que existieran hombres tan monstruosos, capaces de hacer esto?
El último bastardo al que interrogamos nos dio esta ubicación. Sin embargo, sabíamos que no podíamos confiar ciegamente en su palabra, así que nos aseguramos de que fuera verdad antes de actuar. Ahora estábamos aquí, ejec