La mujer del Cóndor: 14. Nadie toca lo que es mío 
Michael Foster
La observaba dormir, como todas las noches desde que la traje aquí. Se veía increíblemente hermosa, aún en su descanso. Su cabello dorado caía suavemente sobre la almohada, y su piel, tan suave, reflejaba la luz de la lámpara que dejé encendida. Me quedé allí por un momento, en silencio, observándola. Pero algo me llamó la atención.
De repente, sus labios se movieron. —No, no me toque, no padrino, te lo ruego.
Una punzada de rabia recorrió mi cuerpo al escuchar esas palabras. Maldita sea. No necesitaba ser un genio para saber que alguien la había lastimado. ¿Quién diablos se atrevió a ponerle una mano encima a Regina?
Me acerqué lentamente a la cama, mis pasos suaves pero cargados de furia. Mi corazón latía con fuerza mientras la observaba temblar en su sueño, claramente atormentada por recuerdos dolorosos. La ira me consumía.
—Ese hijo de puta que le hizo eso… lo pagará con sangre—murmuré entre dientes.
Le acaricié la mejilla con cuidado, tratando de calmarla, aunque