Capítulo 42. Visiones
ELENA
El ritual había terminado, pero yo seguía temblando. Y no, no era por miedo. Era por todo lo que se había despertado dentro de mí. Como si me hubieran quitado una venda de los ojos y, de repente, el mundo tuviera colores que antes no existían. Todo brillaba.
Seraphine me observaba desde el centro de la sala, con los brazos cruzados y esa mirada suya tan tranquila, como si acabara de servirse un té en vez de haberme desatado un huracán en el pecho.
—¿Estás bien? —preguntó.
Yo asentí. Mentira. No estaba bien. Estaba hecha un lío. Tenía el corazón acelerado, las manos temblorosas y una sensación en el estómago como si acabara de bajar de una montaña rusa.
—¿Esto es normal?
Seraphine sonrió.
—No hay nada normal en ti, Briselle. Y eso es lo mejor que tienes.
Me quedé callada. Porque sí, tenía un nuevo nombre, una nueva historia, una magia que no sabía controlar… y un bebé creciendo dentro de mí. Pero en ese momento, lo único que podía pensar era: ¿y ahora qué?
—Ahora… ve a descans