Un amigo
El resto de los días Lía los pasó encima de una nube. Respondió preguntas mecánicas en la escuela canina, sonrió sin entusiasmo a los locales y prestó oídos a las conversaciones banales en la fila del supermercado con los amables vecinos. Cumplió con sus tareas diarias como si todo en su interior no estuviera a punto de colapsar.
A la noche, mientras preparaba la cena para los niños, la casa se sintió extrañamente silenciosa. Keith y Aleck discutían sobre quién podía correr más rápido, y Eliot hacía garabatos en la mesa, pero había una sensación persistente de que algo observaba desde lejos. Una presencia. Un eco que aún no se convertía en amenaza, pero que rondaba. Lía se sentía histérica… no había nada rondando, al menos no lo sentía con su Loba, pero la sensación no se iba.
-Ma ¿Porque Bear está así? -Aleck se acercó a la cocina y miraba preocupado al animal.
Con las orejas bien alertas, Bear relamía su hocico y gruñía bajo mirando la puerta principal. Al prestar atenció