Alexandre
La forma en que miré a Estevão cuando abrí la puerta de la oficina no dejaba dudas sobre cuánto había entorpecido mi vida. Me sentí extremadamente frustrado por la interrupción, pero no quise mostrarlo. Jaqueline estaba asustada y no quería hacerla sentir aún más incómoda. Ella estaba tan sensible a mis toques que ya podía imaginar el cielo que era estar dentro de ella nuevamente.
Con cada contacto suyo, mi cuerpo se erizaba. El delicioso aroma y la textura suave de su piel. Sus gemidos apagados y sus pequeñas manos tocando mi pecho. Alcancé el ápice de mi deseo cuando levanté su falda con mis manos y tuve la visión de la pequeña braga de encaje negra que cubría su intimidad.
– ¡Mi deseo es matarte, Estevão! –susurré irritado a mi amigo al abrir la puerta.
– Tú y Jaqueline estaban… –lo interrumpí con un gesto sobre mis labios pidiendo silencio antes de que hablara demasiado.
– Vamos a tomar un café y luego salimos a almorzar –dije, regresando a la oficina y haciendo un gesto