Abro mis ojos y parpadeo varias veces al incomodarme la luz. Noto que tengo oxígeno puesto y una intravenosa en mi mano, y sobre todo, el dolor punzante que aún persistía en mi estómago.
Aún sigo con vida - digo para mí en mi mente. Lo último que recuerdo es estar tendida en el mausoleo, en un charco de sangre, mientras Alexander venía hacia mí y lloraba intensamente. ¿Acaso fue un sueño? - me pregunto exasperada. Alexander llorando por mí... no podía creerlo, aunque se veía tan real ese sueño.
De repente, escucho el murmullo de la puerta al ser abierta y veo a Alexander frente a mí, tan imponente y frío como siempre. Ahora no tenía ninguna duda de que todo había sido un producto de mi imaginación.
¿Cómo te encuentras? - me pregunta sin un deje de preocupación en su expresión. Yo solo volteo mi rostro y me quedo en completo silencio. Iba a decir unas palabras más hasta que el doctor entra por la puerta. Alexander saluda al médico cordialmente.
¿Y bien, qué es lo que tenía mi esposa