POV: Carttal Azacel
Tres meses.
Noventa días. Dos mil ciento sesenta horas. Y cada una me dolió como si me arrancaran la piel.
Ya no sabía qué día era. No salía, no comía, no hablaba.
Vivía en la oscuridad de esta maldita habitación, rodeado de botellas vacías, con la barba hecha un desastre y el cuerpo oliendo a derrota. El aire apestaba a licor y a muerte… porque eso era yo: un cadáver que seguía respirando por costumbre.
Busqué su cuerpo. Recorrí cada costa, cada rincón del mar, hablé con buzos, con pescadores, hasta con brujos si era necesario. Nada.
Busqué al miserable de Alexander también. Puse precio por su cabeza. Pero era como si se lo hubiera tragado la tierra. Como si el muy cobarde supiera que lo mataría si lo encontraba.
Y el corazón… el corazón dolía. No como una herida cualquiera. Dolía como si me hubieran arrancado algo y lo estuvieran pisoteando frente a mí una y otra vez.
No veía a mis hijos desde hacía semanas. No podía.
No era por falta de amor. Era por culpa. Por