EPÍLOGO
Sin luces ni sobresaltos, tomé conciencia nuevamente y
escuché la voz de la partera, quien muy llena de emocióndecía.–Es una hermosa criatura.–¿Cómo se encuentra ella? –pregunté muy asustado…–Su mujer está en perfecto estado. Usted es padre de unhermoso varón –me respondió después de segundos.–¿Varón? –pregunté con asombro. –¡Sí!, un sano y robusto varón. Su mujer quiere que pasea verla para que elijan el nombre.Al escuchar eso, salté de alegría ya que nadie moriría y lahistoria no se tendría que volver a repetir.–¿Cómo te sientes preciosa? –le pregunté con ternura.–Muy bien mi amor –me respondió.–Lograste que sea el hombre más feliz del universo, asíque quiero que seas tú la que elija el nombre de nuestro hijo.–¿Estás seguro de eso?–Completamente –le respondí muy seguro.El