ESCENA
IVEL NIGROMANTEDesperté esta vez en mitad del campo, donde no había másque tranquilidad por ese entonces. Era un domingo por lamañana, casi el mediodía, cuando un fuerte golpe se escuchó en la puerta de madera. Por la intensidad de los bastonazos inmediatamente intuí que se trataba de una emergencia, por lo que acudí al llamado rápidamente. Al abrir la puerta, me encontré con un hombre de aspecto muy antiguo, aproximadamente unos setenta años de edad, parecido a un nigromante al que recordaba cuando en una de misregresiones viví en el África.–Dígame, ¿qué sucede? –pregunté.El hombre tenía toda la apariencia de un médico brujo, quizá con conocimientos de magia negra. Sin decir una solapalabra, se dirigió hacia la chimenea de la casa y cogió conmucho cuidado los restos de aquel librito que días anteshabía tirado al fuego. Su aspecto era desordenad