Un milagro

El aire se congeló en el instante en que Wanda perdió el equilibrio. Sus pies resbalaron sobre el borde del risco y, en un acto desesperado, soltó a Emma mientras caía hacia el vacío.

—¡Benjamín, la niña!

—¡Oh por Dios!

El corazón de Winnie se detuvo al ver a su hija suspendida en el aire, pero Benjamín reaccionó como un rayo. Con un movimiento ágil y decidido, se lanzó hacia adelante y atrapó a Emma justo antes de que pudiera caer.

—¡La tengo! —gritó Benjamín, sosteniendo a la bebé contra su pecho con fuerza, en su rostro una mezcla de alivio y determinación.

Winnie corrió hacia él, con sus manos temblorosas extendidas. Benjamín le entregó a Emma con cuidado, y Winnie la abrazó como si nunca fuera a soltarla.

—Está bien, Winnie. Está a salvo —dijo Benjamín, con la respiración entrecortada.

Pero el momento no terminó ahí. James, quien había estado observando horrorizado cómo Wanda caía, reaccionó rápidamente. Se lanzó hacia el borde del risco y logró agarrar una de las manos de Wanda
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