315. VERDAD

—Mima, ¿estás bien?

Es lo primero que pregunta cuando la ve. Pues, como ella no la recordaba claramente, temía que hubiese muerto en ese tiempo en que ella estaba muy confundida. La abuela Tania se acerca sonriente y la abraza dándole un beso en cada mejilla y se separan para contestarle

—Sí, querida, muy bien —contesta ella con señas. — El cáncer remitió y hasta ahora parece que no va a volver.

—Me alegro mucho. ¿Y tú Marta, cómo van esas piernas?

—¡Perfecta! ¿No me ves?

Contesta sonriente, enseñándole sus piernas y el brazo, con yeso.

—Todavía no puedo moverme correctamente, porque no sé en qué estaban pensando los doctores cuando me pusieron la primera vez los yesos que soldaron mal, igual que a ti y ahora tuvieron que volvérmelo a poner, ya comprenderás la desesperación que tengo porque no puedo escribir. ¿Tú cómo te sientes?

—Bien, muy bien, ahora la cabeza está clara y puedo recordar bien y conocer a las personas.

—¡Bella, querida, me alegro de que al fin regreses a la casa!
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