Uno de los accionistas, escéptico ante la capacidad de Julia para salvar el grupo, resopló con desdén:
— ¿Para qué complicarse tanto? Ve y ruégale al señor Andrés que invierta algo de dinero en la empresa. ¿No se resolvería así la crisis?
Julia le lanzó una mirada gélida:
— Ya estoy divorciada de él. Le pido que no mencione a esa persona en mi presencia.
— ¡Falsa moralista! —le espetó el accionista.
Julia no respondió. Cuando los accionistas se marcharon entre murmullos y quejas, le preguntó a Jaime:
— Jaime, ¿qué debemos hacer ahora?
No tenía idea de cómo manejar el grupo, así que no le quedaba más remedio que pedir ayuda a Jaime.
Después de pensarlo un momento, Jaime sugirió:
— En realidad, tenemos un proyecto prometedor. Si lográramos atraer inversión, podríamos resucitar la empresa...
Esa noche, Julia fue a ver al director Vives del banco.
El grupo tenía un préstamo a punto de vencer, por lo que era crucial mantener buenas relaciones con el banco para evitar el incumplimiento.
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