Julia regresó y vio a Cristina parada en la puerta del vestidor, luciendo un vestido etéreo, elegante y pura.
—Cuñada —saludó Cristina cortésmente.
—¿Qué haces aquí? —Julia frunció el ceño. Estos dos sí que eran interesantes, primero uno y luego el otro, ¿no se cansaban?
Cristina dijo suavemente:
—Vine a buscarte para pedirte disculpas, cuñada. No quería que las cosas entre tú y mi hermano terminaran así. Todo es mi culpa...
Julia no quería escuchar nada de eso. Soltó una risa fría y respondió con sarcasmo:
—No necesitas decirme estas cosas. No quiero oírlas.
—Lo sé, tienes un gran malentendido conmigo. No importa lo que diga, no me perdonarás —Cristina empezó a llorar mientras hablaba.
Cada vez se juntaba más gente alrededor.
Julia estaba muy molesta, pero se contuvo y dijo:
—La competencia está por comenzar. No quiero hablar de esto ahora. Por favor, hazte a un lado.
—Lo siento, cuñada... —Cristina se apartó entre lágrimas.
Julia entró al vestidor y cerró la puerta de golpe.
Pero no