Isabel ha estado dormida durante las últimas tres horas y él se ha dedicado a observarla, acariciar su cabello y su rostro.
—¿Que pasó?— Pregunta desconcertada cuando despierta
—Tranquila mi amor te desmayaste en la calle y te ayude.—Le responde Federico
—¿Crees que soy imbécil? ¡Tú me dormiste!
El ríe fuerte—Tienes mucha imaginación, pequeña.Tú te desmayaste en plena calle y yo te ayude. Deberías agradecerme, Isabel.
—¿En donde estamos?— Pregunta ella
—En un lugar lejos de tú odioso padre, donde podamos hablar tú y yo.
El está haciendo un esfuerzo sobrehumano para no abalanzarse sobre Isabel, arrancarle la ropa y volver a hacerla suya.
Hace varios años no tiene sexo con ninguna mujer y verla a ella recostada en esa cama con esa faldita tan corta y esa carita de niña inocente, está despertando sus más bajos instintos.
—¡No tenemos nada de que hablar!— Ella intenta levantarse, pero el sostiene sus brazos.
—¡Me escucharas por las buenas o las malas, Isabel!.— Le advierte
—Las cosas y