CAPÍTULO XXXI

LINDA.

—Hola mi amor qué alegría escuchar tu voz, quiero que me escuches atentamente si quieres ver a nuestra Estrellita.

—¿Cómo pudiste Rafael? ¡Es tu hija ella no tiene….! —Un sollozo se me escapa.

—Debiste regresar, nunca debiste irte de casa y menos con ese hombre.

—Y por eso tenías que llevarte a mi hija.

—Mi amor, sabes que no podemos estar separados y como tú no quisiste venir a mi, decidí llevarme a mi hija.

—¿¡Tú hija!? Ahora es tu hija, Rafael, tú no la quieres.

—La amo como te amo a ti Linda, pero mi naturaleza no me permite ser un hombre cariñoso, pensé que te habías acostumbrado a mi forma de amar.

—¡Con golpes! Una persona que ama no golpea.

—Debía hacerte fuerte, no soy cualquier hombre, no soy como los de tu clase.

—Aun así.

—Ya mi amor, verás que pronto estaremos los tres juntos, solo debes hacer lo que te diga y si lo haces podrás estar con Estrellita.

—No voy hacer nada de lo que me pidas, no seré tu marioneta Rafael, ¡no más! Me canse de todo lo que respecta a ti.
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