El despacho, sumido en la tenue luz del atardecer que entraba por las grandes ventanas, se había vaciado tras la última reunión de la junta directiva. El silencio envolvía la habitación, un silencio cargado de una tensión sutil pero palpable. Helios, con su presencia imponente, se encontraba solo con Herseis. Ambos desempeñaban sus roles con gran profesionalismo frente a los demás, pero en cuanto la puerta se cerraba y los ojos de la junta se alejaban, todo cambiaba entre ellos.Helios se acercó a la puerta y, con un leve clic, la aseguró. Ese sonido resonó en el aire como una señal de que el mundo exterior había quedado fuera, que por un momento podrían dejar de lado las máscaras profesionales y simplemente ser ellos. Caminó hacia Herseis con una mirada que, aunque contenida, estaba cargada de algo más profundo, algo que no se podía disimular del todo.Herseis, quien estaba organizando algunos documentos sobre la mesa, sintió su presencia antes de que él la tocara. Su piel se erizó a
El rugido bajo del motor del jet privado se fue apagando a medida que las escaleras descendían hasta tocar el asfalto de la pista. Henrietta Daffner, con una gracia y autoridad que no necesitaba más presentación que su sola presencia, apareció en la entrada de la aeronave. El viento azotaba su largo cabello rojo, haciendo que brillara con la intensidad de una gema rubí bajo la luz del sol. Cada mechón parecía moverse con vida propia, danzando en el aire mientras ella bajaba lentamente los escalones con una confianza envidiable. Los lentes de sol que cubrían sus ojos verdes como esmeraldas eran innecesarios para protegerse de la luz, pero esenciales para ocultar la profundidad de su mirada; unos ojos que siempre parecían ver más allá de lo evidente, observando hasta el alma de quienes la rodeaban.Al llegar al último escalón, Henrietta se detuvo por un instante, respirando el aire cálido y húmedo del país que visitaba después de tanto tiempo. Su piel, pálida y perfecta como porcelana,
Helios y Herseis se centraban en el cuidado a su hijo Horus. El parque estaba bañado por la luz dorada de la tarde, y el aire fresco de otoño movía suavemente las hojas que caían lentamente al suelo, creando un paisaje pintoresco. Caminaban juntos por el sendero de piedras, empujando el carrito de su hijo, Horus, mientras disfrutaban de la tranquilidad del momento. Era una escena familiar que nunca habrían imaginado vivir tiempo atrás, pero ahora, se había convertido en una rutina sagrada para ellos. Helios caminaba junto a Herseis, observando con ojos atentos cada detalle del entorno y, sobre todo, cuidando que nada perturbara a su pequeño hijo.Helios sintió una profunda satisfacción al ver a Horus tan tranquilo en su carrito, envuelto en una suave manta azul que le habían regalado los abuelos. A su alrededor, el parque bullía con la vida de otras familias, niños jugando y risas de fondo, pero todo parecía en un segundo plano para él. Su estaba centrada en la pequeña familia que hab
Henrietta llegó a la sede de Astral Group después de haber planificado cuidadosamente su visita sorpresa. Apenas puso un pie en el imponente vestíbulo de la empresa, una mezcla de emoción y nostalgia la envolvió. Recordó aquellas largas noches de estudio durante el doctorado, cuando ella y Helios se apoyaban mutuamente en sus investigaciones, creando una amistad sólida y genuina. Aunque su expresión era seria, como siempre, por dentro no podía evitar sonreír al pensar en él y en cómo reaccionaría al verla.Sosteniendo una pequeña carpeta en su bolso, Henrietta subió al elevador con la mirada fija en el número de piso que había memorizado: el despacho de Helios, ubicado cerca de la sala de juntas. Había llegado de su país esa misma mañana y, a pesar del cansancio, decidió dirigirse directamente hacia él. Sentía el ritmo de su corazón acelerarse con cada segundo que pasaba en ese ascensor de acero pulido, reflejando en las puertas su imagen formal y meticulosa: el cabello rojo perfectam
En su mente, las imágenes de ellos dos, de sus rostros marcados por la pasión y el cansancio de las investigaciones, se mezclaban con la realidad del hombre que ahora tenía frente a ella. Se preguntaba si él también sentía esa nostalgia, si en algún momento, en medio de sus ocupaciones diarias, se acordaba de aquellos años que parecían tan lejanos y vívidos al mismo tiempo. La Henrietta de entonces era más abierta, más soñadora. La Henrietta de ahora era más formal, más reservada. Sin embargo, con él, esos aspectos de su personalidad parecían disolverse y encontrarse en un equilibrio que solo con Helios lograba experimentar.A través de sus dedos, podía sentir la respiración pausada de Helios, la calidez que emanaba de su cuerpo. Esa cercanía física, tan poco habitual entre ellos, le recordaba lo que significaba para ella tener a alguien en quien confiar, a alguien que había estado allí durante uno de los momentos más intensos y formativos de su vida. En medio de su seriedad y formali
Herseis había llegado a las oficinas de Astral Group con una mezcla de concentración y calma. Aquel era un día especial, ya que estaba a punto de presentar uno de sus proyectos más ambiciosos ante la junta. A pesar de que siempre mantenían un comportamiento profesional, los encuentros con Helios en aquel contexto le hacían sentir una emoción que apenas podía ocultar. Sabía que Helios la estaba esperando, y al cruzar el umbral del edificio, una suave sonrisa se dibujó en sus labios mientras imaginaba la breve conversación que tendrían antes de la junta.Al acercarse a la oficina, pudo ver que la puerta no estaba completamente cerrada. No le dio demasiada importancia, aunque, por cortesía, decidió no abrirla de inmediato. Su paso fue silencioso, y con suavidad la empujó. Sin embargo, al entrar, la imagen que se encontró frente a ella la detuvo en seco.A unos metros, Helios estaba abrazando a una mujer de cabello rojizo, en un gesto demasiado íntimo, demasiado cercano. Aunque la mujer e
¿Quién era ella? Fue lo primero que cruzó por su mente. ¿Por qué nunca se lo había comentado? No había visto nunca a esa mujer, pero la forma en que Henrietta se había acercado a Helios, la facilidad con la que él la había abrazado, como si fuera algo natural, algo que no requería pensar, le provocaba una sensación de angustia que no podía explicar.Se encontró mareada, sofocada, como si el aire de la habitación se hubiera vuelto más denso de repente. Había miedo en su pecho, un miedo profundo e irracional. Sabía que Helios no haría nada para lastimarla, que no era ese tipo de hombre. Su sentido de la justicia, de la rectitud, siempre había sido una de las razones por las que confiaba tanto en él. Pero, a pesar de todo eso, una descarga eléctrica recorrió su cuerpo, un rayo de incertidumbre que la dejó paralizada.Helios se dio cuenta del cambio en ella de inmediato. Sabía que lo que Herseis estaba sintiendo en ese momento iba más allá de la confusión. Había algo que se había activado
El roce casi accidental, el abrazo de Helios hacia Henrietta, esa pequeña confusión que hubiera sido insignificante en otras circunstancias cobraba una magnitud casi irreal para ella. Y entonces, sin poder evitarlo, su mente retrocedió a aquellas primeras conversaciones con Helios, cuando le había preguntado sobre otras mujeres. Su respuesta fue franca: sí, había tenido relaciones antes. Nada importante, pensó en ese momento; era parte del pasado, algo que no debía empañar su presente juntos. Pero la sensación era otra ahora. Al verlos juntos, con esa facilidad y familiaridad, su instinto y su intuición como mujer le gritaban una verdad que no quería escuchar.“¿Acaso fue Henrietta la primera?”Era una pregunta que latía dentro de ella, aunque no tenía certeza. Y eso lo hacía más cruel, pues su mente comenzaba a tejer historias, escenas imaginarias entre ellos dos, intentando desentrañar si alguna vez Helios se había sentido atraído por esa mujer que ahora estaba de pie frente a él, m