—Hazel — escuchó de fondo la voz de su amiga.
—Estoy bien, ya salgo de la ducha — cerró la llave y tomó una toalla para secar el agua de su cuerpo y envolverse en ella, salió del baño limpiando su rostro y mirándose en el enorme espejo que está pegado a la pared, sus ojos están hinchados y rojos como un tomate, sus ojeras llagan un poco más debajo de su mejilla, y el semblante de su rostro es el peor de todos — ¿Qué vamos a hacer? Míranos, estamos destrozadas y destruidas ¿Será que decidimos mal? ¿Qué nos equivocamos al creer que él y yo tendríamos un final feliz? Como que sí nos equivocamos — se dijo a sí misma.
—¿Con quién hablas? — entró Lizet nuevamente a la habitación.
—Conmigo misma, estoy diciendo lo horrible que nos vemos por estar sufriendo — se comenzó a vestir.
—Debes… dejar de hacerlo, ya denunciamos anoche el acoso, no creo que vuelvan a molestarte.
—Lo seguirán haciendo hasta que den con el acosador.
—Ya le dimos un nombre, ellos harán lo que estén a su alcance para sabe