Capítulo 8. No tengo otra opción
Debido a su malestar, Isabella no va a la empresa luego de salir del hospital y regresa a la mansión. La doctora le recetó un medicamento para la fiebre, pero nada puede aliviar toda la angustia que está sintiendo, debido a lo que se acaba de enterar. Se encierra en la habitación de Benedict y permanece allí durante todo lo que resta del día. Cuando llega la hora que su esposo debe volver de la oficina, se da una ducha y se viste con algo más abrigado que la noche anterior y regresa al mismo pequeño depósito. Prefiere no encontrarse con él.
Ya muy tarde a la noche, su estómago se resiente por la falta de alimento. Ayer no comió nada, hoy tampoco, y aunque las náuseas le impide ingerir algo sin llegar a vomitarlo, es consciente de que debe comer o tomar algo, o su salud va a empeorar.
Baja hasta la cocina por un vaso de jugo, y se topa cara a cara con Nora y Antony, quienes están conversando animadamente sobre Benedict. Ella consigue escuchar algunas palabras, pero no comprende del to