Capítulo 52. Sí, quiero hacerlo
Benedict, sentado en el sillón con la mirada fija en Isabella, se frota las sienes para aminorar el dolor de cabeza. Han pasado más de treinta horas y ella sigue dormida.
El doctor vino a verla hace un momento y dijo que era probable que despertara en las siguientes horas, pero él está impaciente. Verla así solo aumenta su rabia.
—Jefe, si quiere, yo puedo quedarme con ella mientras va a descansar un rato —dice Blas a su costado—. Si ella despierta, voy a llamarlo de inmediato.
Un gruñido de insatisfacción es la respuesta de Benedict. No ha ido a dormir en este tiempo y tampoco le hace falta, aunque ya Blas le trajo una muda de ropa y pudo refrescarse en el baño de la sala.
Al no recibir una contestación positiva, sale de allí. Benedict se entretiene por unos minutos en su computador portátil respondiendo algunos correos hasta que el gemido de su esposa lo hace levantar la vista.
—Benedict —dice apenas en un susurro. Ella intenta moverse, pero una mano grande la detiene y la oblig