Capítulo 3. No pierdes el tiempo

El dolor de cabeza que ataca a Isabella cuando abre los ojos a la mañana es de terror. Apenas consigue enfocar la mirada hacia la ventana de dónde por dónde se filtran los rayos del sol en medio de las cortinas mal cerradas.

Durmió muy poco tiempo y la prueba de ello son sus enormes ojeras, sin mencionar que tiene los ojos completamente hinchados de tanto llorar. Todo lo que le está pasando en los últimos días son demasiado para ella. 

Agarra su celular de la mesita de noche y suspira al ver la hora en la pantalla. Son más de las seis de la mañana y no hay rastros de Benedict. Seguramente no quería verla, por eso prefirió pasar la noche afuera.

Luego de un suspiro ahogado, se espabila y se levanta. Debe bajar para enfrentarse con su destino. 

Camina hasta su pequeña y vieja maleta que está en una de las esquinas y la abre. Sus opciones no son demasiadas. Un par de vestidos simples y cuatro faldas con sus blusas, es todo lo que tiene. Toma uno de los vestidos y va hasta el sanitario para darse una ducha.

Cuando baja las escaleras, un hombre canoso, pero igualmente intimidante que su esposo la observa de pies a cabeza.

—Hola, tú debes ser Alessia. —El hombre, enfundado en un traje de marca azul, se levanta y le ofrece su mano. Isabella asiente levemente, todavía no está acostumbrada a que la llamen así—. Mi nombre es Antony. Soy el marido de la madre de tu esposo. Ayer no nos pudimos conocer como es debido, pero espero que seamos buenos amigos en el futuro. 

—Hola —Isabella toma su mano por un breve tiempo, pero en ese instante, la puerta principal se abre y Benedict entra. 

—Veo que ya conociste a mi padrastro. No pierdes el tiempo, ¿no es así? —dice él en su oído, pero por el tono y la sonrisa que le dedica, son claras señales de que está pensando lo peor de ella.

—Sí, nos estábamos presentando. Estoy en un lugar que no conozco a nadie, lo ideal es presentarme.

—O buscar otras salidas monetarias —replica él antes de dirigirse a las escaleras.

Isabella se siente chiquita ante la mirada intimidante de su esposo al subir. Sus comentarios siempre la lastiman, ya le quedó claro que cree que es una mujerzuela y él se encarga de recordárselo todo el tiempo.

Benedict sube la escalera a grandes zancadas, mientras que su mano derecha, Blas, se queda en la sala.

—Buenos días. —Una mujer mayor, pero exquisitamente elegante, sale de una de las habitaciones y se dirige a Isabella. Nora tiene un aura tan imponente como Benedict, por lo que ella se siente intimidada al instante. Su porte grita arrogancia y poder—. Alessia, acompáñame al despacho, necesito conversar contigo de algunas cosas. 

Isabella sabe que ella es la madre de Benedict. Escuchó muchas cosas de ella anteriormente, por supuesto, nada buenas. Sabe que es una mujer capaz de hacer cualquier cosa por mantener al clan Arrabal en la cima del poder. Todos sospechan que ella tuvo que ver con la muerte del hermano de Benedict, Egil; también de la esposa y los hijos de este. Aunque no hay pruebas que la acusen, los rumores sobre ella son tajantes. Es una mujer con la que debe ir con cuidado para no ser descubierta.

Isabella la sigue hasta el despacho tal como Nora le ordenó. 

—Eres la esposa de mi hijo —dice Nora sentándose en la silla detrás del escritorio. Su porte es el de una reina todopoderosa. Mira a Isabella de pies a cabeza, tal como lo hizo Antony—. Te escogí para él porque creo que eres la única que puede cumplir ese papel a la perfección. Como seguramente sabrás, hace dos años, su esposa embarazada falleció en un accidente de auto mientras se dirigía al aeropuerto para volver a casa. Una gran pena. —La forma en que Nora sonríe al decir aquello da muy mala espina a Isabella, pero finge no darse cuenta—. Dado que el jefe del clan no puede estar sin esposa y sin heredero, hicimos el trato con tu familia para este matrimonio. Desde hoy, tu responsabilidad será estar con mi hijo todo el tiempo, atenderlo en todo lo que él disponga. No solo dentro de la casa, sino que también en la empresa. Irás con él y serás su asistente. 

Isabella abre la boca para decir algo, pero no dice nada. No vale la pena, desde que llegó a esta casa lo único que han hecho es ordenarle. No tiene idea de cómo conseguirá estar cerca de Benedict sin que él intente matarla, pero algo se le debe ocurrir.

Asiente. 

—Así lo haré, señora.

—Perfecto, ahora puedes retirarte. —Nora le hace una seña con la mano para que salga. Isabella vuelve a hacer un corto asentimiento antes de salir.  

Benedict se da una corta ducha antes de vestirse para ir a trabajar. 

—Señor… —Norma, una de las sirvientas, abre la puerta sin siquiera tocar. Él frunce el ceño hacia ella. Sobre todo porque está medio desnudo. 

—¿Qué quieres? ¿No ves que me estoy vistiendo?

—Disculpa. Como su esposa ya está desayunando, pensé que usted ya estaba listo también. La señora Nora pide que vaya al despacho antes de ir a la oficina —comunica la mujer, todavía con la vista fija en el torso desnudo de Benedict.

Él le hace una seña con la mano para que se retire. Norma lo hace.

Benedict puede adivinar lo que su madre quiere decirle. No le fue suficiente con imponerle esta boda, también quiere manipular toda su vida a su antojo. Ya verá si puede lograrlo o no.

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