Capítulo 183. Vamos a casa
Cuando Benedict vuelve a la realidad, dos pares de ojos azules lo observan con atención. El pastel de frutas que compró está aún en sus manos. Lo deposita sobre la mesa ratona con torpeza y da un par de pasos hacia ellos. Su corazón late con fuerza. La confusión que siente le impide ordenar una sola idea. ¿Qué les dijo Bella? ¿Saben quién es él?
—¿Saben quién soy? —pregunta, su voz grave, temblorosa, rota al final de la frase.
Los mellizos asienten al mismo tiempo, como si lo hubiesen ensayado.
—Sí, lo sabemos —responden al unísono, sin titubeos.
Pero eso no le dice nada. ¿Qué saben exactamente? ¿Qué parte de la historia conocen? ¿Saben todo o solo una versión recortada?
—Mamá está en una reunión —dice la niña—. Creo que va a tardar un poco. Llevamos aquí una hora esperándola.
Él asiente sin pensar. Ni siquiera evalúa lo que está a punto de hacer.
—Vamos, los llevaré a casa —dice con naturalidad, como si fuera lo más lógico del mundo.
Los niños lo miran con extrañeza solo un instante,