Bella sale corriendo de la oficina, todavía con el celular en el oído. Un mal presentimiento le oprime el pecho mientras baja las escaleras a toda prisa. Megan, al verla tan alterada, la sigue sin pensarlo dos veces.

—¿Qué está haciendo, señor Arrabal? ¿Por qué está con mis hijos? ¿Qué significa esto? —pregunta Bella, con la voz crispada por el miedo y la ira.

Megan frunce el ceño al escucharla. ¿De quién habla Bella?

—No es lo que piensas, Bella —responde Álvaro desde el otro lado del teléfono, con un tono tenso, casi nervioso—. Fue una casualidad.

Bella no necesita oír más. Corta la llamada justo al llegar al auto. Sus manos tiemblan mientras abre la puerta con dificultad.

—¿Qué pasa, Bella? —pregunta Megan, confundida, al ver su expresión tensa.

—Es Álvaro. Está en la escuela con los mellizos —dice Bella, con una mezcla de temor y furia.

—¿Álvaro? Pero… ¿por qué? ¿Qué tiene que ver con ellos? —pregunta Megan, desconcertada.

—Te contaré todo luego. Hay cosas que ha hecho ese