Al amanecer, los primeros rayos del sol se cuelan por las cortinas cuando Bella abre los ojos. El peso del brazo de Benedict rodeándole la cintura le recuerda dónde está. Él duerme profundamente a su lado, ajeno al torbellino de emociones que la habita. Mira la hora en la pared: falta poco para que tenga que estar en la empresa.
Con sumo cuidado, retira su brazo, tratando de no despertarlo. No necesita que él intente retenerla con otra de sus manipulaciones. Prefiere salir de ahí antes de que abra los ojos. Cuando por fin logra zafarse de su abrazo, suelta un suspiro de alivio. Camina en puntillas hasta el baño, procurando hacer el menor ruido posible.
Frente al espejo, se observa con atención. Su reflejo le devuelve la imagen de una mujer agotada: el cabello enredado, profundas ojeras, el rostro deslucido