—Señor Castellar, buenas noches —saluda Bella con educación, manteniendo la compostura a pesar del caos a su alrededor—. Lamento lo ocurrido. Sin querer, su hija y yo terminamos forcejeando por este vestido y lo dañamos. Ya me comprometí con la encargada a cubrir los gastos, pero la señorita Alba se niega a dejar el tema. Me temo que, si no se soluciona, tendré que llamar al gerente del local para que intervenga.
Osvaldo Castellar la observa con atención mientras habla. Hay algo en ella que le llama la atención: es hermosa, pero no de forma artificial. Su belleza es natural, serena. Casi no lleva maquillaje y, aun así, se ve impecable. Tiene una elegancia suave y sin esfuerzo. Es encantadora y dulce.
La recuerda. La ha visto antes. En la cena de beneficencia de su hermana. Pero en ese entonces no le prestó demasiada atención porque estaba con su novia. Ahora no