—Lo siento, señora, pero no puedo llevarla, necesito resolver esto —dice el taxista, dirigiéndose a Bella con evidente preocupación.

Ella asiente, entiende la situación. El accidente, aunque menor, requiere de atención. No va a quedarse en medio de una discusión entre choferes. Justo en ese momento, otro taxi se aproxima por la avenida. El taxista hace una seña con la mano y el vehículo se detiene junto al bordillo.

Bella abre la puerta trasera del nuevo taxi y sube rápidamente. Justo cuando la puerta se cierra, la puerta del auto negro, estacionado unos metros más atrás, se abre. Benedict baja, con expresión seria, dispuesto a encarar lo sucedido con su chofer.

Pero en cuanto pisa la vereda, un aroma familiar, profundo y dulce lo invade de lleno. Frunce el ceño. Ese perfume… su cuerpo reacciona antes de que su mente lo procese. Gira la cabeza hacia el taxi que acaba de arrancar de nuevo. Una punzada le atraviesa el pecho. Hay algo en ese momento, en ese aroma, que lo perturba.

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