Capítulo 102. Hacienda Arrabal

Cuando Isabella despierta esa mañana, algo pesado la rodea. Su cintura está firmemente envuelta por un brazo musculoso, y sus piernas están entrelazadas con otras. El aliento cálido y acompasado de Benedict se derrama sobre su cuello, provocando que un escalofrío le recorra la espalda. Abre los ojos lentamente, desorientada por un momento, hasta que comprende dónde está y con quién.

Se queda quieta. No quiere mover ni un músculo. Su cuerpo permanece inmóvil, atrapado entre el calor de las sábanas y el cuerpo de su esposo. Mira de reojo la hora en el reloj de pared. Es tarde. Muy tarde. Él todavía duerme, lo que es muy extraño en él.

Con cautela, gira apenas el rostro para observarlo. Tiene la barba más crecida de lo habitual, y bajo sus ojos descansan unas marcadas ojeras. Luce agotado, como si no hubiera dormido bien en días. Tal vez por eso sigue dormido incluso ahora.

Por un instante, Isabella duda. No sabe si debería apartarse o dejarse llevar. Al final, cierra los ojos de nuevo y
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