La noche caía sin compasión sobre la ciudad, esa misma ciudad que Iván había conocido y recorrido durante años. Ahora, sin embargo, las calles se sentían ajenas. La tranquilidad de antes había sido reemplazada por una tensión palpable, como si cada esquina estuviera esperando el momento adecuado para estallar. Iván caminaba solo, sus pasos resonando en el asfalto frío, mientras sus pensamientos daban vueltas sobre lo que acababa de descubrir. Las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar, pero a medida que lo hacían, la imagen resultante se tornaba más inquietante de lo que había imaginado.
La conexión entre Javier Montalvo y la red de informantes era solo el principio. La clave estaba en Elisa, quien había sido su aliada, su compañera, la mujer en la que había confiado su futuro. Pero ahora, la verdad que Iván temía era irrefutable: ella no estaba del todo en su lado. Y no solo eso, sino que había sido utilizada, manipulada por Montalvo como una pieza más en un tablero que ni siqu