Capítulo 37 —Yo no soy tu esposa, ella síNarrador:Charlotte llevaba un vestido entallado en tono marfil, un recogido impecable y el tono justo de perfume que dejaba rastro sin invadir. Sonrió. Primero a Margot, luego a Desirée, y por último... se acercó a Cédric.Sin pedir permiso, sin necesidad de gestos dramáticos, le tomó el brazo como si ese lugar le perteneciera por derecho. Él no se apartó. Al contrario: se acomodó a su lado con naturalidad, la dejó aferrarse y le susurró algo breve al oído que provocó una carcajada elegante.Desirée sintió el impacto directo en el estómago. No fue celos. No exactamente. Fue rabia. De esa que se enrosca en el pecho como una cuerda tensa. La sonrisa de Charlotte. La postura de Cédric. Esa actuación tan perfecta que le dieron ganas de aplaudir... o de romper algo.—Queridas —saludó Charlotte, acercándose con Cédric aún tomado del brazo —Me alegra tanto tenerlas esta noche. Especialmente a ti, hija. Significa más de lo que imaginas.Desirée no r
Capítulo 38 —La pérgolaNarrador:Margot no recordaba cómo habían terminado ahí exactamente. Un comentario al oído, una sonrisa cómplice, una copa a medio terminar… y luego estaban caminando juntos por uno de los senderos laterales del jardín, alejándose del murmullo de los demás como si los pies supieran algo que la cabeza todavía no admitía.Adrien caminaba a su lado con las manos en los bolsillos, tranquilo, con ese andar de quien se sabe observado incluso cuando nadie lo está mirando. Margot no decía nada, pero su perfume flotaba entre ellos como una advertencia suave. La tela de su vestido neg*ro se ceñía a su cuerpo con cada paso, y él la observaba de reojo, sin pudor, pero sin urgencia.—Pensé que ibas a hacerte el interesante toda la noche —murmuró ella, finalmente.Adrien sonrió, sin mirarla de inmediato.—Y arruinar la posibilidad de estar contigo… sería un crimen, aunque trato de ser bastante discreto.—¿Así que este eres tú siendo discreto?—Este soy yo conteniéndome —resp
Capítulo 39 —Lástima por ella… y asco por míNarrador:Margot caminaba a paso firme entre los senderos del jardín, aún con el pulso agitado, la ropa apenas acomodada y el sabor de Adrien todavía en la boca. La adrenalina seguía corriéndole por las venas, pero su mente estaba centrada en Desirée. Había desaparecido. Y eso, viniendo de ella, no era un detalle menor.Dobló por el camino lateral que daba al estacionamiento, luego volvió al patio trasero, escaneando con la mirada cada rincón. Nada... ni un rastro.Fue entonces que se cruzó con Cédric. Estaba en la galería, solo, con una copa en la mano y el ceño fruncido. Al verla, se enderezó de inmediato.—¿Dónde está? —preguntó ella sin rodeos.—Salió. A toda prisa —respondió él, bajando la copa con un gesto tenso —Pensé que estabas cerca. Que la habías alcanzado.—No la vi. Salí detrás, pero...Margot no terminó la frase, porque en ese momento apareció Adrien por el costado del jardín, caminando con el cabello revuelto, el cuello de la
Capítulo 40 —No voy a ser tu amanteNarrador:El silencio volvió a colarse entre ellos, esta vez menos afilado, más denso. No era una tregua, pero tampoco un final. Cédric bajó la mirada, con los codos aún apoyados sobre las rodillas, sin saber si quedarse o levantarse. Desirée tampoco se movía. Pero algo en su postura había cambiado. Ya no estaba rígida. Solo… vacía.Pasaron varios minutos así. Juntos, pero distantes. Cargando con la misma noche, desde extremos distintos del mismo conflicto.Finalmente, Desirée se puso de pie sin decir una palabra. Caminó hacia la puerta con pasos lentos, los hombros caídos, la espalda recta por pura costumbre. Al llegar al umbral, se detuvo. Apoyó una mano en el marco de la puerta y, sin girarse del todo, preguntó con voz neutra, casi monótona:—¿Quieres un café?Cédric levantó la vista hacia su espalda, midiendo cada palabra antes de responder.—Sí.Ella asintió una sola vez, sin decir más, y entró en la casa. La puerta quedó abierta. Él se levantó,
Capítulo 41 —No te vayasNarrador:Subieron las escaleras en silencio. No se tocaban, pero el aire entre ellos era espeso, cargado. Cada paso parecía medido, como si supieran que lo que estaban por hacer no era solo se*xo. Era otra cosa. Algo que no querían nombrar, pero que ya los había desbordado.Al llegar a la habitación, Desirée abrió la puerta sin encender la luz. Solo una lámpara del pasillo quedaba encendida, proyectando una penumbra cálida que se filtraba entre las cortinas y dibujaba sombras suaves sobre la cama. Todo olía a limpio, a madera antigua, a un rincón donde ella solía dormir para escapar del mundo. Pero esa noche no habría escape.Cédric cerró la puerta tras ellos con cuidado. No habló. Solo la miró. Y por primera vez en mucho tiempo, ella no evitó esa mirada.Se acercó a él con lentitud. Le desabrochó el primer botón de la camisa. Después el segundo. Sus dedos no temblaban, pero no había prisa. Solo una precisión casi quirúrgica, como si con cada botón quisiera en
Capítulo 42 —De rodillasNarrador:El silencio se había instalado con fuerza en la habitación. No era incómodo, pero sí denso, inevitable. Las sábanas aún estaban desordenadas, con el olor del se*xo flotando en el aire y el eco de sus cuerpos aún vibrando en la piel.Desirée estaba acostada de lado, con la mirada fija en la pared. Cédric seguía junto a ella, sin tocarla, respirando despacio.Después de un rato, él rompió el silencio con voz baja:—Tengo que volver.Ella no se giró.—Haz lo que quieras.—Si desaparezco demasiado tiempo… lo notarán.—Eso es lo de menos —dijo, apenas moviendo los labios.Cédric se incorporó con lentitud. Buscó su ropa en el suelo, se vistió en silencio. No había prisa en sus movimientos, pero tampoco dudas. Cuando terminó de abotonarse la camisa, se sentó en el borde de la cama, junto a ella.—Mírame. —Desirée no se movió. —Por favor, Desriée —insistió, sin dureza. Ella giró el rostro, lentamente, y lo miró a los ojos. No había reproche en su expresión. S
Capítulo 43 —Yo quise esa noche.Narrador:La luz entraba tenue por la ventana de la cocina. Esa claridad grisácea de las mañanas en que el cuerpo pesa más que los pensamientos. Desirée estaba sentada en la mesa, con una taza de café entre las manos, el pijama arrugado, el cabello recogido de cualquier forma. Tenía los ojos hinchados, pero secos. Había llorado todo lo que podía llorarse la noche anterior. Ahora solo quedaba ese vacío espeso que se instalaba detrás del esternón.La casa estaba en silencio. La abuela se había quedado a dormir en casa de Charlotte, por lo que ella había tenido el privilegio de romperse sola, sin testigos, sin preguntas. La cocina olía a café fresco y tostadas, pero todo le sabía a nada.Estaba por llevarse el primer bocado a la boca cuando escuchó la puerta de entrada abrirse y cerrarse con un clic suave. No hizo falta ver para saber quién era.Margot apareció en la cocina un segundo después. Despeinada, con el maquillaje corrido, los tacones en una mano
Capítulo 44 —Hueles a culpaNarrador:Cédric se dejó caer en el sillón como si llevara el peso del mundo encima. Apoyó los codos sobre las rodillas, hundió el rostro entre las manos y no dijo nada durante un largo rato. Adrien, desde la barra del minibar, preparó un café sin preguntar, como si supiera que eso era lo único que podía ofrecerle sin presionarlo.—¿Margot? —preguntó Cédric, sin levantar la cabeza.—Se fue temprano —respondió Adrien, dejando la taza sobre la mesa frente a él —Dijo que debía regresar con Desirée.Cédric soltó una risa amarga.—Sabe más de lo que aparenta.—Mucho más. —Silencio. Adrien se sentó frente a él. Lo observó con atención, como si evaluara a un paciente que se niega a admitir la gravedad de sus heridas. —¿Vas a decirme qué ocurrió anoche? ¿O tengo que arrancártelo como si fuera una bala?Cédric levantó la mirada por fin. Tenía los ojos enrojecidos, pero secos.—Estuve con ella.Adrien no se sorprendió. Solo asintió una vez, con lentitud.—¿Y?—Y fue