85. NOCHE

Las campanadas del reloj anunciaban las cinco de la tarde, los chicos seguían jugando sin parar, nos dimos cuenta de que teníamos que asearlos. Al llamarles todos se acercaron en silencio, algunos tenían juguetes en sus manos, les explicamos que por ahora el juego había terminado, que debían recoger para bañarse.

Era sorprendente lo educados que estaban, pues sin protestar hasta los pequeñitos comenzaron a guardarlos en cajones que se introducían en las paredes detrás de las cortinas, nosotras los ayudábamos, siendo corregidas por ellos sobre el lugar que iba cada cosa, al final nos pidieron con mucha educación que los dejáramos realizar la tarea. Nos miramos sonrientes y esperamos que terminaran, al llegar a su habitación, ya Dolores tenía listos los baños de los pequeños en diferentes baldes, los mayores tomarían una ducha por separado.

Nos arremangamos las blusas y cada una tomó un chico. Hablábamos y reímos con las ocurrencias de todos. Fue un momento encantador. Los mayores s
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