Cuando Victoria Blake y Ethan Blackwell firmaron su divorcio, ninguno de los dos imaginó que sus caminos se volverían a cruzar. Años después, Ethan ha construido un imperio empresarial, pero enfrenta una competencia feroz que amenaza su éxito. A instancias de un amigo, decide proponer una alianza con el CEO de la empresa rival, sin saber que ese CEO es Victoria, su ex esposa, quien aún guarda resentimiento por su pasado juntos. Victoria, ahora una poderosa empresaria, está decidida a no dejarse vencer por su antiguo amor. Mientras los sentimientos del pasado resurgen y las viejas heridas se abren, ambos deberán aprender a navegar sus emociones y sus negocios. En medio de la tensión y el conflicto, descubrirán que tal vez, todavía hay algo que pueden reconstruir entre ellos.
Ler mais★ Ethan
—¿Están seguros de que desean firmar el divorcio? —preguntó el juez frente a nosotros, su mirada severa nos atravesaba como una sentencia inevitable. Giré la cabeza hacia Victoria. Estaba serena, como si la decisión ya hubiera sido tomada hace mucho tiempo en su mente. Sin vacilar, tomó la pluma con la misma rapidez que lo haría al firmar un contrato millonario, dejando claro que no había vuelta atrás. —Sí, es lo mejor —afirmó con voz firme, casi impaciente por terminar. Firmó los documentos que marcarían el fin de nuestro matrimonio sin titubear—. Firma, Ethan. La miré unos segundos, preguntándome si alguna vez volvería a ver en sus ojos el brillo que solían tener cuando me miraba. Pero no había emoción. Solo determinación. Suspiré, aceptando que el tiempo de los "qué pasaría si..." había terminado. Tomé la pluma con manos temblorosas y, al inclinarme para estampar mi firma, sentí un nudo en el estómago. Con cada trazo, el peso de los años juntos me golpeaba con una intensidad inesperada. Esa firma no solo me separaba de Victoria Blackwell, mi exesposa, sino que cerraba la puerta a todos los recuerdos que compartimos. Ahora volvería a usar su apellido de soltera. La división de bienes se haría en partes iguales, al igual que la de nuestros fracasos. Me pregunto si realmente habíamos sido justos el uno con el otro o simplemente habíamos fracasado en ver lo que cada uno necesitaba. No éramos una pareja de grandes riquezas ni poseíamos un alto estatus social, pero durante un tiempo habíamos sido inmensamente ricos en amor. Eso, al menos, parecía cierto en algún momento. Recuerdo cuando creía que el amor era suficiente, pero ahora sé que no siempre lo es. Cuando conocí a Victoria en la universidad, me sentí perdidamente enamorado de ella. Para mí y para el resto del mundo, era la mujer perfecta. Su belleza era deslumbrante, como un atardecer que nunca deja de sorprender. Cada vez que sonreía, iluminaba la habitación; y cuando me miraba, era como si el universo se redujera a ese instante. En esos días, pensaba que teníamos todo bajo control, que el futuro nos pertenecía. Nos conocimos durante nuestras jornadas de estudio en la biblioteca. Victoria se sumergía en los libros, mientras yo me las ingeniaba para hacerla reír con mis chistes malos. Siempre lograba sacarle una sonrisa, aunque fuera pequeña. Eso me hacía sentir especial. Pero con el tiempo, las risas se volvieron menos frecuentes. —Con el poder que me confiere el Estado, señor y señora Blackwell, yo los declaro oficialmente divorciados —la voz del juez rompió el silencio, cerrando el capítulo final de nuestra historia juntos. Victoria y yo nos miramos. Había algo irónico en todo esto. La sensación de alivio en este momento se parecía al júbilo que sentimos el día de nuestra boda. Recuerdo aquel día lluvioso. Era como si el universo nos advirtiera de lo que estaba por venir, pero éramos jóvenes y estúpidos, cegados por el amor. Nos casamos bajo la lluvia, sin importarnos mojar nuestros trajes o arruinar la fiesta. Mientras los invitados corrían a refugiarse, nosotros nos quedamos allí, empapados, pensando que ese momento encapsulaba nuestra felicidad. Hoy, al escuchar las palabras del juez, "Con el poder que me confiere el Estado...", sentí una especie de alivio similar, pero en una dirección completamente opuesta. Era como si ahora estuviéramos corrigiendo el error que habíamos cometido ese día bajo la lluvia. El final de nuestro matrimonio se sentía, de alguna manera, inevitable desde el principio. —Al fin me libré de este infierno, Ethan. Espero no volver a verte jamás —dijo Victoria, extendiendo su mano hacia mí, sellando lo que habíamos acordado, el cierre definitivo de nuestro trato. —Lo mismo digo, Victoria. Espero no volver a verte nunca más —respondí, tomando su mano. Intenté mantener una sonrisa, aunque la amargura se mezclaba con un extraño sentido de alivio. Ella no perdió tiempo en salir de la sala del juzgado, caminando apresurada hacia el estacionamiento. Observé cómo su silueta desaparecía a lo lejos, preguntándome si alguna vez habíamos tenido una oportunidad real o si simplemente fuimos dos personas que querían cosas diferentes desde el principio. Cuando llegué a mi auto, vi a Victoria peleando con el suyo. Era una escena demasiado familiar. —¿Todo bien, exesposa? —pregunté, intentando mantener el sarcasmo como escudo. Ella se giró para mirarme, con los ojos encendidos por la frustración. —Esta m*****a cosa no arranca —espetó, dándole una patada al neumático. No pude evitar sonreír ante su típica impaciencia. Le había dicho innumerables veces que llevara su coche a revisión, pero nunca tenía tiempo, o simplemente no quería escuchar. —Si lo sigues pateando, nunca arrancará —dije, acercándome—. Abre el cofre, déjame echar un vistazo. Ella suspiró y, aunque lo odiara, abrió el capó. Comencé a revisar el motor y vi que el problema estaba en el arrancador, pegado como siempre. —Intenta encenderlo —le dije, y el coche rugió con vida. Ella me miró con alivio y resignación. —Gracias... eres el mejor exesposo —dijo con una pequeña sonrisa. —Sí, ya me voy. Lleva esta cosa al mecánico, Victoria. —Lo haré. Adiós, Ethan. La observé mientras se alejaba, y un extraño vacío se asentaba en mi pecho. No era tristeza, exactamente, pero algo en mí sabía que ese sería el último acto de "ayuda" que compartiríamos. Nuestra historia había terminado. Suspiré y caminé hacia mi propio coche. El sonido del motor llenó el silencio mientras me dirigía a la casa que una vez compartimos. Aún quedaban algunas cosas por recoger antes de que todo se vendiera y los bienes se dividieran. Una fría transacción que marcaría el final de nuestra vida juntos. Al llegar, Freddy ya me estaba esperando con una botella de champán en la mano, como si esto fuera motivo de celebración. —¡Ethan, al fin eres un hombre libre! —dijo con una risa exagerada y un ridículo bailecito. —Sí, ahora muévete. Tengo que recoger mis cosas —respondí, pasando junto a él. —Aún no puedo creer que hayas aceptado vender la casa. Era tuya, tú la compraste. —Freddy, nos casamos con bienes compartidos. Era justo que Victoria se quedara con la mitad de la casa —expliqué mientras él torcía el gesto, pero no dejaba de sonreír. —Eres demasiado bueno con ella, siempre lo fuiste. —No, si hubiera sido tan bueno, todavía estaríamos casados. Freddy intentó responder, pero sus palabras quedaron atrapadas en su garganta cuando notó que Victoria había llegado también, caminando hacia la casa. —Hola, Freddy —dijo ella con desdén, pasando a su lado sin mirarlo. Nos miramos en silencio por un segundo antes de seguir adelante. Había algo casi cómico en la situación, dos exesposos recogiendo las piezas de lo que alguna vez fue su hogar. —¿Qué hacemos con este cuadro? —preguntó uno de los empleados, sosteniendo el retrato de nuestra boda. Victoria y yo nos quedamos mirando el cuadro. Mostraba un momento que parecía tan simple y feliz, antes de que todo se complicara. Era casi doloroso recordar cuánto habíamos creído en ese amor. —Bótalo —dijimos al unísono. Y con eso, cerramos otro pequeño capítulo. Ambos nos dirigimos a nuestras respectivas habitaciones, recogiendo lo que quedaba de nuestras vidas juntos. Salí de la casa por última vez, sin volver a ver a Victoria. Sabía que ese sería el último recuerdo que tendría de ella. —¡Vamos a celebrar! —dijo Freddy, ya con planes para mi "nueva libertad"—. Al fin te has librado de la bruja. Esto se tiene que celebrar a lo grande. —Sí, está bien —respondí, sabiendo que mi vida, por fin, estaba tomando un rumbo diferente. Conduje hacia mi nuevo departamento, listo para empezar de nuevo. Y por primera vez en mucho tiempo, sentí que tal vez, la libertad no era tan amarga como había imaginado.Ethan estaba sentado en el sofá, y sus estornudos resonaban en el aire, cada uno como un pequeño golpe a mi corazón. Me acerqué, preocupada por su estado.—Ethan, ¿estás bien? —pregunté, sintiendo que la inquietud se apoderaba de mí.—No es nada, solo un resfriado —me respondió con una sonrisa tenue, intentando restaurarle importancia.Pero su sonrisa no logró calmarme. Su piel estaba pálida y su fragilidad me alarmaban, y un mal presentimiento me invadió. Pensé en el momento que compartimos bajo la lluvia, y me pregunté si eso había tenido algo que ver con su estado.—Deberías irte a casa y descansar —insistí, casi con tono de madre.Él soltó una risa suave, pero había un leve temblor en su voz.—No es necesario, solo necesito un poco de agua y un par de días para que esto pase.La culpa me golpeó. Me sentí responsable por su enfermedad.—Me siento mal… creo que te enfermaste por culpa de la lluvia —murmuré, consciente de que mis palabras llevaban un peso importante.Ethan se inclinó
★ VictoriaAl salir del café, el aire fresco de la tarde me tocó la cara, llevándose consigo parte de la tensión acumulada durante la reunión. Freddy, siempre tan astuto, propuso que saliéramos a distraernos los cuatro. Aunque era obvio que su verdadero propósito era acercarse a Alisson, ya que siempre había estado enamorado de ella. Con una sonrisa traviesa, se colocó al lado de Alisson y ambos comenzaron a caminar delante de nosotros, dejándonos a Ethan ya mí un poco rezagados.Ethan y yo empezamos a hablar de cosas triviales, tratando de relajar un poco la atmósfera cargada. Hablamos de recuerdos de la universidad, de películas que habíamos visto recientemente y de lo mucho que había cambiado la ciudad en los últimos años. Cada tanto, nos reímos juntos, disfrutando de la simpleza del momento.En un descuido, mientras giraba para responder a un comentario de Ethan, un motociclista apareció de la nada, avanzando a gran velocidad. Mi corazón se detuvo por un instante, y todo ocurrió e
★ VictoriaLa mención de Richard Hale resonaba en mi mente como una campana inquietante. Richard, el joven que había declarado su amor por mí en el pasado, ahora se revelaba como el enemigo que buscaba destruirme a mí ya Ethan. Recordé claramente aquel día en la universidad cuando Richard me confesó sus sentimientos. Yo lo rechacé porque no quería ninguna relación en ese momento, pero, ironías de la vida, a los pocos meses comencé a salir con Ethan.¿Sería posible que Richard todavía guardara rencor y buscara vengarse?Me senté en mi oficina, mirando el horizonte de la ciudad, mientras esas memorias y dudas se agolpaban en mi mente. La entrada de Alisson me sacó de mis pensamientos.—Victoria, ¿estás bien? —preguntó, con una preocupación genuina en su voz.—No del todo, Alisson —respondí, con un suspiro—. Ethan me llamó para decirme que el hombre detrás de todos nuestros problemas es Richard Hale.Alisson frunció el ceño, tratando de recordar el nombre.—Richard Hale... ¿No es ese el
★ EthanAl día siguiente, me desperté temprano, sacudiéndome el el pesar de la noche anterior. Sabía que hoy sería un día crucial, así que necesitaba estar en mi mejor forma. Me puse mis zapatillas para correr y salí a trotar por la ciudad. El aire fresco de la mañana me ayudó a despejar la mente y enfocar mis pensamientos en lo que debía hacer. Corrí durante una hora, permitiendo que el ritmo constante de mis pies contra el pavimento y el latido de mi corazón me dieran una sensación de control y claridad.Mientras corría, reflexioné sobre lo que había sucedido el día anterior. Mi conversación con Victoria me había dejado con una sensación de urgencia. Sabía que tenía que actuar rápido para detener a esto y proteger a Victoria. Ella confiaba en mí, y no podía permitir arruinarán lo que habíamos construido. Mi enfermedad era solo un obstáculo más que tenía que superar, y lo haría con la misma determinación que siempre había mostrado.Regresé a casa sudoroso y con la mente más clara. Me
★ VictoriaLe indiqué a Ethan hacia dónde dirigirse para llegar al departamento que comparto con Alisson. A pesar de su éxito y fortuna, me sorprende cada vez que alguien se asombra de mi elección de vivir en un lugar cómodo y modesto. Ethan no fue la excepción; lo vi echando un vistazo a nuestro entorno, sus cejas ligeramente arqueadas en señal de sorpresa.—¿Qué? —pregunté, riendo suavemente—. ¿Esperabas que viviera en una mansión con piscina y un jardín gigante?Ethan sonrió, con una mezcla de diversión y algo de vergüenza.—No es eso, Vick. Solo pensé que, con tu carrera y todo, tendrías un lugar más... no sé, más lujoso.—Bueno, para mí la comodidad no está en el tamaño de la casa o en cuántas habitaciones tiene —respondí, guiándolo a través de las calles conocidas—. Prefiero un lugar que se sienta como hogar, donde pueda relajarme y ser yo misma. Además, Alisson y yo disfrutamos de este barrio. Es tranquilo, acogedor y tiene todo lo que necesitamos.Ethan asintió, reflexionando
Ethan tomó un sorbo de su Coca-Cola antes de comenzar a hablar.—Como ya sabes, después de graduarme trabajé para una pequeña empresa tecnológica. Al principio, solo era uno más en la oficina, pero pronto empecé a destacar. Trabajaba días y noches, tratando de aprender todo lo posible. Quería demostrar que podía lograr cualquier cosa que me propusiera.—Recuerdo esos días —dije, saboreando mi hamburguesa, llena de recuerdos de nuestros primeros años juntos.—Sí, pero luego hubo una oportunidad. Una startup necesitaba inversores y yo, con todos mis ahorros y un préstamo del banco, decidí arriesgarme. Vendí todo lo que tenía, incluso mi coche favorito, para invertir en esa idea.—¿En serio? —pregunté, impresionada. Sabía que Ethan era ambicioso, pero no conocía la magnitud de sus sacrificios.—Sí. Fue una apuesta, una locura, pero algo dentro de mí me decía que debía hacerlo. Pasaron meses difíciles, casi pierdo todo, pero al final, la empresa despegó. Era una aplicación revolucionaria
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