Sylvia frunció el ceño en desesperación.
La dueña volvió a gritar.
Sylvia vio que la sangre había comenzado a gotear del cuello de la dueña. El hombre le había cortado la piel con la hoja.
Los ojos de Sylvia se abrieron con sorpresa y miedo, y su cuerpo comenzó a temblar.
Todo lo que había querido era sacar a Thomas de su escondite. Ella no había querido que personas inocentes estuvieran involucradas.
—Iré contigo. ¡Solo por favor, déjala ir!
Sylvia se levantó.
—Excelente. Ven, da un paseo conmigo y él la soltará.
Thomas se levantó y sonrió con maldad a los policías.
—Será mejor que se queden quietos. Tengo más hombres en este lugar de los que puedas imaginar.
Los oficiales lo miraron con cautela.
El líder del grupo gritó:
—¡Thomas Carter, detén esto de una vez!
Thomas echó un rápido vistazo a Sylvia antes de salir.
Sylvia respiró hondo. Luego, miró a la propietaria que estaba siendo rehén y respiró hondo antes de seguir a Thomas.
No mucho después, sigui