Estaba al nivel de un pintor de clase mundial, que era el nivel en el que de hecho se encontraba.
Sylvia volvió a preguntar:
—¿Te gusta?
Thomas la miró y dijo:
—Sí.
—Entonces es tuya. Sin embargo, la pintura aún necesita secarse. Te la enviaré cuando esté seca. —Ella movió el tablero de pintura al respiradero a un lado.
Sus ojos parpadearon.
—Gracias.
Sylvia dijo prontamente:
—No me agradezcas. Te debo mucho más que esta pintura.
El no dijo nada.
Sabía que él era alguien a quien no le gustaba hablar mucho, así que no le importó.
Después de guardar la pintura, se acercó a él y le dijo:
—Vamos, salgamos.
De repente, Thomas levantó la mano, colocó las cálidas yemas de sus dedos sobre su frente y la frotó suavemente dos veces.
Sylvia se quedó helada.
Luego, Thomas dijo en voz baja:
—Tenías pintura en la frente.
Ella rio secamente.
—Podría haberlo limpiado yo mismo. No tenías que hacerlo por mí.
Fue un poco ambiguo.
Sin embargo, los labios de Thom