Al segundo siguiente, sus cejas oscuras se fruncieron y una mirada molesta apareció en su rostro.
—Vete de aquí.
Su voz era tan fría que daba miedo.
La mirada de Tara tembló cuando sus ojos inmediatamente comenzaron a llorar.
Dio un pequeño paso hacia un lado y preguntó en voz baja:
—¿Qué pasa, Odell? ¿Algo te preocupa?
Odell la ignoró. Sin siquiera mirarla, pasó directamente junto a ella.
Los ojos de Tara se agrandaron cuando lo miró con pánico y desgana.
Al ver que estaba a punto de alejarse, ella lo persiguió y agarró uno de sus brazos. Con voz sollozante, dijo:
—Odell, por favor, no seas así. Puedes decirme si te sientes infeliz. Estar enojado no es bueno para tu salud. No quiero que seas infeliz.
Odell se detuvo en seco y la miró con sus ojos profundos y oscuros.
—Vuelve a tu casa y no vuelvas a aparecer frente a mis ojos.
Su voz era sombría y era obvio que estaba reprimiendo sus emociones.
Sin embargo, Tara no se dio cuenta de esto. Todo lo que sabía era