Caprice se había recuperado, aunque sus ojos seguían hinchados por el llanto anterior. Ella expresó:
—Mami, quiero ir contigo.
A Sherry le resultó imposible resistirse a su sincera súplica.
Con una sonrisa, Sherry asintió:
—Está bien.
Estaba segura de que Lisa y Carl no representaban ninguna amenaza.
Al salir del auto, recuperó a Caprice, quien se aseguró de despedirse de su padre:
—Adiós, papá.
John, reclinado perezosamente en el auto, sonrió:
—Nos vemos.
Le lanzó una mirada gentil a Sherry.
—Continúa, te espero aquí.
Haciendo caso omiso de su mirada, Sherry rápidamente llevó a Caprice a la casa de Lisa.
Al pasar la entrada, Carl corrió hacia ellos desde la sala de estar. Se acercó a Sherry y la escudriñó de pies a cabeza antes de calmarse. Volviéndose hacia Caprice, lo saludó calurosamente:
—Caprice, ¿te acuerdas de mí?
Caprice asintió con entusiasmo:
—Eres el tío Carl.
Sonriendo, Carl centró su atención en Sherry.
—Sherry, no te quedes ahí