John y Caprice no estaban a la vista; deben haberse ido.
Mientras Sherry contemplaba levantarse de la cama, se acercó una estampida de pasos. Voces familiares resonaron fuera de su habitación, con un dulce grito saludándola:
—¡Buenos días, levántate y brilla, tía Sherry!
Otra voz, la de un niño, intervino:
—¡Levántate y brilla, la luz del sol te quemará el trasero si no te despiertas!
Sorprendida, Sherry reconoció las voces de Isabel y Flint.
Sin dudarlo, saltó de la cama y salió de la habitación sin molestarse en ponerse zapatillas.
En la sala de estar, John y Odell conversaban en la mesa del té, mientras Liam jugaba con juguetes en un rincón. Caprice, asombrada, se le unió.
Isabel y Flint regresaron al lado de Queenie después de despertar a Sherry y continuaron jugando.
Sylvia estaba junto a la puerta cuando Sherry la abrió e inmediatamente hicieron contacto visual.
—¡Sylvia! —Exclamó Sherry, arrojándose a los brazos de Sylvia.
Ésta era la misteriosa sorpresa